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La Orquesta Negra en Noruega

La orquesta de la extrema derecha europea –que defiende por la vía de las urnas el mismo arsenal ideológico que Breivik llevó a la práctica en Utoya–, pretende ahora desentenderse del ultra noruego y retratarlo como un solitario desquiciado que actuó por su cuenta, pero en su delirante manifiesto de 1.500 páginas, Breivik habla de 80 células de “mártires” dispuestos a seguir su ejemplo. Dos de esas células estarían aún en actividad en Noruega

Walter Goobar
Mientras fusilaba a sus víctimas con el fusil Ruger Mini 14 y la pistola semiautomática Glock con balas de punta hueca, el noruego Anders Breivik escuchaba en su Ipod la composición Lux Aeterna de la banda de sonido de la película El señor de los anillos. Casi dos horas duró la sinfonía de la muerte musicalizada también con temas de la cantante sueca Saga, considerada la Madonna de la ultraderecha, antes de que el noruego se entregara a la policía, argumentando que lo que había hecho era “un sacrificio necesario”.
La orquesta de la extrema derecha europea –que se considera civilizada y que defiende por la vía de las urnas el mismo arsenal ideológico que Breivik llevó a la práctica en Utoya–, pretende ahora desentenderse del ultra norue­go y retratarlo como un solitario desquiciado que actuó por su cuenta, pero en su delirante manifiesto de 1.500 páginas, Anders Berhing Breivik, habla de 80 células de “mártires” dispuestos a seguir su ejemplo. Dos de esas células estarían aún en actividad en Noruega, según advirtió en su primera aparición ante un tribunal.
La hipótesis menos convincente sobre Breivik es la idea de que actuó solo, una afirmación que jamás se hubiera considerado si el autor hubiera sido musulmán. La policía y la inteligencia de Noruega alentaron esta idea al tratar de restar importancia a sus conexiones con la extrema derecha. Sin embargo, es difícil creer que Breivik haya planeado y perpetrado esta atrocidad sin una red de apoyo, porque está claro también que, lejos de ser un lobo solitario, fue militante del Partido del Progreso, que está en contra de la inmigración, y también mantenía estrechos vínculos con la organización ultraderechista británica Liga Inglesa para la Defensa (EDL). El noruego habría participado el año pasado en un encuentro de la EDL, fundada por Tommy Robinson y definida por el diputado laborista Jon Cruddas como un cocktail peligroso de “barrabravas, activistas de extrema derecha y racistas de pub”.
La EDL –que nunca alcanzó el peso electoral de Pvvi (Partido de la Libertad) de Geert Wilders en Holanda o del Frente Nacional francés– apareció en los medios hace algunos meses, cuando intentó hacer intervenir en sus encuentros al pastor de Florida quema-Corán Terry Jones.
La revista anti-fascista Searchlight reveló que Breivik intercambió mensajes con la EDL en los últimos meses utilizando el seudónimo Sigurd Jorsalfare, una referencia el Rey de Noruega del siglo XII quien encabezó una de las Cruzadas.
Un miembro de la extrema derecha británica admitió haber estado en contacto y haber sido uno de los mentores del autor de la matanza de Noruega. Paul Ray, de 35 años, fue militante del EDL y actualmente lidera la Orden de los Caballeros Templarios mencionada por Breivik. Ray es también autor del blog Lionheart (Corazón de León) que aparece citado en varias ocasiones en el manifiesto de Breivik. Ray admitió a The Times que estuvo en contacto con Breivik únicamente a través de internet, aunque no lo agregó como amigo en Facebook. Esta versión, sin embargo, es desmentida por Breivik, quien mantiene que se reunió con su mentor Ray en el año 2008.
Daryl Hobson, otro miembro de la EDL británica reconoció que Breivik se había reunido con él, mientras que “un alto miembro” de la organización le dijo al diario The Independent que Breivik se había reunido con varios de los dirigentes del grupo. El mismo Breivik afirma haber asesorado a la EDL sobre tácticas y haber jugado un papel decisivo en la co-fundación de la Liga Noruega para la Defensa. Lejos de ser un loco solitario, Breivik parece haber estado bien incrustado en las redes activistas de la extrema derecha europea y estadounidense.
El trágico recorrido ideológico de Breivik pudo haber comenzado en abril de 2002 en Londres: en un lugar secreto de de la capital británica, nueve extremistas de derecha se reunieron para formar Los Caballeros Templarios de Europa, un pequeño grupo que se comprometió a tomar el poder político y expulsar al Islam del continente.
Breivik fue uno de los asistentes a ese cónclave y nueve años después, perpetró el tipo de masacre que el grupo había concebido como una parte esencial de su campaña: el ataque con coche-bomba en el que perdieron la vida ocho personas, y el tiroteo en el campamento juvenil de Utoya en el que –según el último recuento–, murieron otras 68.
“Nuestro principal objetivo es desarrollar Pccts (Pobres Soldados de Cristo y del Templo de Salomón), templarios caballeros que se conviertan en el primer movimiento revolucionario conservador de Europa occidental en las próximas décadas”, escribió Breivik en su manifiesto que parece inspirado en novelas y films como El péndulo de Foucault, de Umberto Eco, o El Código Da Vinci de Dan Brown que tratan sobre los Templarios.
“Será una organización armada para los derechos de los indígenas y un movimiento cruzado”, destacó. Entre los presentes en el encuentro, conformaron una multinacional de la militancia antiislámica: había dos ingleses, un francés, un alemán, un ortodoxo griego, un holandés, un ruso y un serbio ortodoxo. Otros tres miembros fundadores faltaron a la cita: eran un belga, un sueco y un europeo estadounidense.
En su manifiesto “2083: Una declaración europea de independencia”, Breivik colocó en la portada el escudo de los templarios, una cruz roja sobre fondo blanco. El subtítulo del documento es Alabanza de la Nueva Milicia de los Caballeros Pobres del Templo de Salomón, el nombre original de la orden de los cruzados.
Breivik, como “comandante” templario, se sentía llamado a limpiar Europa de musulmanes y preservar la cultura europea, y considera que, para ello, lo primero es “eliminar las doctrinas políticas multiculturalistas y marxistas”, atacando a los partidos políticos que defienden la convivencia entre ciudadanos de diversas culturas.
Es probable que Breivik esté loco, pero se trata de una locura al servicio de una causa, una causa tan clínica como política. La masacre noruega es un aviso de que se aproxima el cuarto Reich, de que vuelve a estar en celo en Europa la bestia de una extrema derecha aria y criminal que se divide entre el resurgimiento de partidos populistas de tinte xenófobo y racista, y la proliferación de organizaciones neo­nazis que se mueven en la clandestinidad y hacen apología de la violencia para alcanzar sus objetivos. En ese contexto, el baño de sangre protagonizado por el vikingo Abders Breivik no es tanto el preludio de un nuevo amanecer político de la extrema derecha europea como una consecuencia de la aclimatación de esta al medio.
Esa derecha, afinada como una orquesta sinfónica que sedujo y ahora desconoce a Breivik, se aprovecha de la profunda crisis económica en Estados Unidos y en Europa para ganar el voto del descontento, culpando a los extranjeros de todos los males. En Europa, no son marginales: se han instalado en los parlamentos de países como Francia, Italia, Finlandia y Holanda. En Estados Unidos, se han atrincherado en el capitolio de la mano del Partido Republicano. La crisis económica ha abierto fantásticas oportunidades de hacer un discurso racista o pseudoracista sin parecer un marciano. Lo que convoca adeptos no es negar el Holocausto, ser antisemita, sino poner el énfasis en los números macroeconómicos y sociales que no cierran por culpa de los inmigrantes musulmanes. La consecuencia de este fenómeno en Europa es que el antisemitismo del siglo XX ha sido sustituido por la islamofobia del siglo XXI.
Diario Miradas al Sur
31-07-2011

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