El supuesto complot denunciado por los EE UU se aproxima más a un guión de Hollywood que al modus operandi de las redes ide Al-Quds que tienen la suficiente experiencia para no actuar como principiantes
Walter Goobar
Para Tiempo Argentino
En el libro El Tercer Atentado, publicado por Sudamericana en 1995, el autor de esta nota detalló las evidencias periodísticas, diplomáticas y de inteligencia sobre el papel que jugó la República Islámica de Irán en los dos atentados terroristas perpetrados en la Argentina. En esa época, todavía no se contaba con el cúmulo de evidencias judiciales con que se cuenta en la actualidad, pero se detallaba la estructura y el modus operandi de las redes terroristas iraníes en base a las experiencias de otros países que habían logrado desarticular esas redes. Un año más tarde, en marzo de 1996, el título del libro estuvo a punto de convertirse en realidad: la Cancillería argentina concedió el placet como Encargado de Negocios de la Embajada de Irán a Alí Sagahian. Cuando el autor de estas líneas publicó los antecedentes terroristas de Sagahian, la Cancillería lo expulsó del país y admitió que los organismos de inteligencia argentinos e israelíes no habían chequeado su frondoso prontuario. De todo eso se desprende que el autor de estas líneas no duda sobre la responsabilidad de Irán en los ataques contra la AMIA y la embajada de Israel. Sin embargo, las acusaciones formuladas por el fiscal general de EE UU sobre la desarticulación de un presunto complot para asesinar al embajador saudita en Washington no responden a la misma matriz. A comienzos de este mes Ray McGovern, un ex oficial de inteligencia que durante 30 años trabajó como analista de la CIA y ahora se ha convertido en militante pacifista y denunciante de sus antiguos patrones, publicó un documentado articulo titulado “¿El momento oportuno para que Israel bombardee Irán?”
El veterano ex analista de inteligencia anunciaba que había un cúmulo de señales que indican que el gobierno israelí cree que “llegó el momento oportuno para un ataque contra Irán, ya que suenan cada vez más alarmas dentro de Israel sobre un presunto progreso iraní en la construcción de una bomba nuclear”. En efecto, el 26 de septiembre, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu reiteró el supuesto progreso iraní, cuando dijo al entrevistador Charlie Rose que “queda poco tiempo” antes que Irán obtenga armas nucleares y plantee una amenaza directa para Israel y el resto del mundo.
Sin embargo, McGovern recalcaba que “el factor clave en toda decisión israelí para enviar sus aviones y misiles contra Irán es el grado en el cual Netanyahu y otros dirigentes de la línea dura del Likud creen que el presidente Obama está obligado a dar un apoyo general a Israel, especialmente cuando se aproxima la Elección 2012.” McGovern parece haber subestimado la capacidad de Barack Obama de mimetizarse con los neoconservadores de su país, como lo prueban el asesinato a sangre fría de Osama bin Laden, y más recientemente el asesinato del clérigo estadounidense Anwar al Awlaki. En ambos casos, Obama actuó como juez, jurado y verdugo. Este martes, Obama dio una virtual luz verde para un ataque contra Irán cuando el fiscal general de los Estados Unidos, Eric Holder, denunció un supuesto complot iraní que tiene ramificaciones con los narcos mexicanos.
El año en curso ha sido el peor en la memoria reciente para Israel, al abrir un cambio radical altamente desfavorable en su posición estratégica. Israel perdió el apoyo de gobiernos anteriormente amistosos en Egipto y Turquía y se encuentra cada vez más aislado internacionalmente, mientras la ocupación de territorio palestino entra en su 45º año y la condición del pueblo palestino recibe cada vez más atención internacional.
Cuando Netanyahu y sus consejeros observan la nueva constelación del Medio Oriente, buscan un imperativo para reajustarla a favor de Israel. Aunque suene demencial, para algunos estrategas de la derecha israelí, la noción de atacar Irán e involucrar a EE UU puede ser una manera de contener la erosión de su posición estratégica, o por lo menos de mostrar que todavía tienen un defensor muy poderoso.
McGovern sostiene que un ataque contra Irán tendría un doble propósito: sabotear el programa y la infraestructura nuclear de Irán, y apresar a Washington en una relación militar aun más estrecha con Israel.
A pesar del sesgo aplicado frecuentemente a los informes de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) por los medios hegemónicos, y particularmente por el New York Times, lo concreto es que la OIEA nunca ha detectado el desvío de uranio enriquecido de instalaciones declaradas, con el propósito de construir un arma nuclear.
Más allá de las ambiciones nucleares de los ayatollas, lo cierto es que desde 1995 –cada dos años–, los servicios de inteligencia han estado prediciendo que Irán podría tener un arma nuclear dentro de unos cinco años.
En noviembre de 2007, la comunidad de defensa de los EE UU completó una Evaluación Nacional de Inteligencia sobre las actividades y planes nucleares de Irán. Las conclusiones no se parecían en nada a lo que habían estado afirmando Bush, Cheney, sus homólogos israelíes y los medios hegemónicos sobre la inminencia de una amenaza nuclear de Irán.
Hay que recordar que el almirante William Fallon, quien llegó a ser comandante de Centcom en marzo de 2007, hizo saber a la prensa que no habría un ataque contra Irán “mientras yo esté al mando”. Pero Fallon fue despedido en marzo de 2008.
El supuesto complot denunciado por los EEUU se aproxima más a un guión de Hollywood que al modus operandi de las redes iraníes que tienen la suficiente experiencia para no actuar como principiantes. Todo el episodio tiene un solo objetivo: preparar a la opinión pública para un eventual ataque quirúrgico contra Irán.
14-10-2001