En sus 23 años en el poder, el astuto ayatollah Ali Jamenei ha demostrado que no es un estúpido como para aprobar un plan improvisado que podría colocar a su país al borde de una guerra simultánea contra tres enemigos tan poderosos como Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita
Walter Goobar
Al impiadoso ayatollah Ali Jamenei, líder espiritual de la República Islámica de Irán se le pueden achacar muchos pecados entre los que se incluye el haber dado el visto bueno para los dos atentados terroristas perpetrados en la Argentina, pero en sus 23 años en el poder el astuto Jamenei ha demostrado que no es un estúpido como para aprobar un plan improvisado y con consecuencias impredecibles como el asesinato del embajador de Arabia Saudita en Washington. En todo caso, el implacable clérigo de turbante negro jamás confiaría esa operación –que podría colocar a su país al borde de una guerra simultánea contra tres enemigos tan poderosos como Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita–, a una patrulla de aficionados vinculada a los carteles mexicanos de la droga.
El presidente Mahmoud Ahmadinejad es otro sospechoso que no encaja debidamente en el thriller estadounidense: el jefe de Estado tiene escasa influencia en la fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria para lanzar por su cuenta una ofensiva contra los Estados Unidos. Ahmadinejad mantiene un tenso enfrentamiento con Jamenei y en el pasado ha apoyado un acercamiento limitado con Occidente. El negador del Holocausto no arriesgaría su precaria posición en el poder iraní para gatillar –por su cuenta–, una aventura de este calibre, sin el conocimiento y la aprobación del líder supremo. Por otro lado, el presunto complot no se ajusta a los métodos de la fuerza Quds que tiene como norma asegurarse que sus rastros no aparezcan en los ataques en el extranjero. Casi siempre opera a través de aliados de confianza, como Hezbollah y las milicias chiítas iraquíes, con la que los iraníes comparten una fe común, y que han sido formadas por la Guardia Revolucionaria. Esta metodología es la que ha dificultado –e incluso impedido– comprobar la participación de Irán en diversos atentados en el exterior.
El Financial Times –que no se caracteriza por ser particularmente crítico–, editorializa esta semana: “Cuanto más se conoce sobre el supuesto ‘complot terrorista iraní’ para asesinar al embajador saudita en Estados Unidos, más parece ser una confabulación de elementos del aparato de inteligencia norteamericano para amenazar a Irán y crear el pretexto para una escalada de Estados Unidos”.
En las últimas semanas, diversos analistas del Medio Oriente han registrado intensas discusiones en el ejército y los círculos de inteligencia israelíes sobre la conveniencia de lanzar un ataque militar contra las instalaciones nucleares de Irán. Parte de este debate consistía en evaluar el papel que jugaría Estados Unidos en la etapa inicial de una operación quirúrgica o en el caso de que ese ataque relámpago desencadenara una guerra más amplia. Esos escenarios fueron el tema principal de la visita que realizó a Tel Aviv el secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta el pasado 3 de octubre.
El periodista Amos Harel del diario israelí Haaretz resumió el mensaje de Panetta cde la siguiente manera: Estados Unidos está de pie junto a Israel, pero un ataque sin coordinación israelí contra Irán podría provocar una guerra regional. Los Estados Unidos van a trabajar para defender a Israel, pero Israel debe comportarse de manera responsable.
En su conferencia de prensa conjunta con el ministro de Defensa de Israel Ehud Barak, Panetta dijo: “Los Estados Unidos están muy preocupados, y vamos a trabajar juntos para hacer todo lo necesario para impedir que Irán represente una amenaza para la región. Pero hacerlo depende de la colaboración entre los países”. Repitió la palabra “juntos” en varias ocasiones. En otras palabras, Israel no debe actuar sin una luz verde estadounidense. Esa luz verde parece haber llegado esta semana con el desmantelamiento de un hollywoodense complot iraní para asesinar al embajador de Arabia Saudita en Washington.
De acuerdo con la edición del 6 de octubre de TTU, un boletín de inteligencia francés, Israel y Estados Unidos están preparando una fuerza conjunta de intervención para actuar en el caso de una guerra regional. El almirante James Stavridis, jefe del Eurocom –Comando europeo de Estados Unidos–, visitó recientemente Israel para mantener conversaciones con el general Benny Gantz, jefe del Estado Mayor israelí. De acuerdo con TTU, el plan es establecer puestos de mando estadounidenses en Israel y puestos de comando israelíes en Eurocom. La cooperación entre las dos potencias nunca ha sido tan fluida como en estos días.
En los últimos años, Irán ha sido el blanco de decenas de operaciones encubiertas que incluyen el asesinato de los principales científicos involucrados en su programa nuclear, así como de ataques terroristas de grupos armados apoyados por la CIA. En 2008, se reveló que la administración Bush había emitido una orden presidencial que autorizaba una campaña encubierta de la CIA de desestabilización contra Irán, que contaba con un presupuesto de 400 millones de dólares. Esa operación continúa con Obama. Y seguramente este operativo ha sido financiado con esos fondos.
En coordinación con Israel, Washington tiene una larga historia de operaciones clandestinas en Irán, incluyendo ciberterrorismo, sabotaje comercial y asesinatos selectivos. Un notable ejemplo de tales operaciones es un gusano informático conocido como Stuxnet, que ha atacado las instalaciones nucleares iraníes. Según el New York Times del 15 de enero de 2011, el gusano se probó en Israel en la central nuclear de Dimona en un esfuerzo conjunto estadounidense-israelí.
Además de sabotear el programa nuclear, Washington se ha involucrado en una serie de asesinatos contra científicos nucleares persas. Un informe del diario israelí The Jerusalem Post, citando al semanario francés Le Canard Enchainé, reveló que el Mossad había llevado a cabo los asesinatos de los científicos “con la ayuda de la CIA y del MI6 británico”.
Esta no es la primera oportunidad en que Israel se propone atacar Irán. Pero, ¿por qué ahora? La mayoría de los expertos en inteligencia coincide en que Irán aún no ha tomado la decisión de construir armas nucleares. Un motivo más probable es la preocupación israelí de que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania – el llamado P5 +1– puede aceptar una oferta de Irán para reanudar conversaciones.
El principal temor de Israel es que el P5 +1 llegue a un acuerdo con Irán que le permita continuar el enriquecimiento de uranio para fines civiles. Esto implica para Israel la perspectiva de convivir con un Irán nuclear.
Si eso llegara a suceder, Israel perdería el monopolio regional sobre las armas nucleares, que es un activo clave en el mantenimiento de su supremacía militar.
El mes pasado, el principal negociador nuclear de Irán, Saeed Jalili, envió una carta a Catherine Ashton, titular de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, solicitando nuevas conversaciones con el P5 +1 para tratar de resolver la controversia sobre el enriquecimiento del uranio. Paralelamente, otra iniciativa fue motorizada por la Cancillería iraní, el ministro Ali Akbar Salehi: en una entrevista con Asia Times el 29 de septiembre, dijo que Irán estaba “dispuesto a realizar los esfuerzos necesarios para restablecer la confianza mutua, y si hay una preocupación específica, deben abordarse en las conversaciones... Debemos buscar propuestas innovadoras”.
Miradas al Sur
16-10-2011