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Argentina, Grecia, Italia

La vuelta al mundo en una década

Para los argentinos que sobrevivieron a la crisis del 2001, los presidentes cuyos mandatos duraban horas y el coqueteo con el default son escenas conocidas para aquellos que –una década más tarde–, asisten como espectadores curtidos a los naufragios de Grecia, Italia, España, Portugal, el Euro y Europa en general.

Walter Goobar
Hace exactamente una década, la Argentina se sumergía en la peor crisis de su historia. Un desastre que mostró su rostro más macabro entre diciembre de 2001 y fin del primer semestre de 2002. Poco antes de que impusiera el corralito y el corralón, Domingo Felipe Cavallo había sido saludado por el gobierno de la Alianza, las consultoras de riesgo y los medios hegemónicos como el salvador de la Patria; los banqueros –que se habían beneficiado con la convertibilidad, el blindaje y el megacanje–, exigían al gobierno de Fernando De La Rúa que movilizara al Ejército para contener la protesta social y los piquetes, mientras los ahorristas pateaban las cortinas metálicas de los bancos, comenzaron los saqueos a los supermercados en las barriadas del Gran Buenos Aires. A eso le siguió la instauración del Estado de Sitio y los cacerolazos. Luego vino el baño de sangre del 19 y 20 de diciembre y la huida de De La Rúa. Para los argentinos que sobrevivieron a la crisis del 2001, los presidentes cuyos mandatos duraban horas y el coqueteo con el default son escenas conocidas para aquellos que –una década más tarde–, asisten como espectadores curtidos a los naufragios de Grecia, Italia, España, Portugal, el Euro y Europa en general.
En Grecia, parece que se ha llegado a un acuerdo sobre el sucesor de Papandreu. Y resulta ser Lukas Papadimos, ex vicepresidente del Banco Central Europeo y ex gobernador del Banco de Grecia. Aunque se trata del mismo personaje que decretó la muerte del Deacma y su reemplazo por el Euro, ahora se lo presenta como una personalidad “externa y capaz”. Un “técnico independiente” dicen algunos. ¿Independiente de quién? Se trata de un servidor de los mercados con una hoja de servicios inmaculada, dispuesto a aplicar con toda la brutalidad necesaria el tercero, el cuarto y el quinto plan de ajuste cuando el anterior se haya agotado.
Papademos asumió el papel de bombero del capitalismo en llamas. Su primera declaración fue tan enigmática como auténtica: “No soy un político”, dijo ante una sociedad donde la clase política arrastra la imagen de un club de jugadores de poker.
Para la opinión pública griega, la canciller alemana Angela Merkel será la primera ministra de Grecia, el francés Nicolas Sarkozy el ministro de Economía, el FMI la policía financiera, el Banco Central Europeo el contador que verifica las cuentas y Papademos el obediente empleado que oficia de calmante para los mercados, pero no para su sociedad. Hablar de pánico de la burguesía griega es decir poco.
Una de las noticias más sintomáticas de los últimos días ha sido la destitución de la plana mayor militar griega. El cese de esos generales tan íntimamente relacionados, vía Otan, con Estados Unidos, apenas ha sido cubierto por la prensa de Washington y Nueva York, y sólo rozada por la de Londres y Frankfurt.
Hoy, Grecia, Italia, España, Portugal e Irlanda están en la cuerda floja. Pero mucho más que todos está Grecia, quien ha venido recibiendo parte de la ayuda prometida del sistema continental y del Fondo Monetario Internacional pero que no podrá devolver esos montos siderales, bajo ningún concepto. En medio de manifestaciones sociales de extrema violencia generadas por los salvajes planes de ajuste, Grecia camina por la cornisa. Si tropieza y se cae, tiene que declarar el default, su pedido de quiebra. Este no es un escenario lejano ni imposible. Todo lo contrario. Y si ocurre, correrán riesgo de contagio todas aquellas naciones que comparten las playas del Mediterráneo, empezando por Italia o por España o por Portugal. El default llevará al retorno de la moneda propia y a la separación de la Unión Europea. En esa línea quedaría una Europa cortada por la mitad. La Europa rica, la del norte y la Europa del sur, la pobre. Con el fantasma de un regreso de los nacionalismos, la xenofobia y los resentimientos. Sería otra Europa bien distinta de la que en estos días conocemos.
“Nadie debería dar por supuesto otro medio siglo de paz y prosperidad en Europa”, advirtió la canciller alemana Angela Merkel. Esa frase que le pusieron de adorno sus asesores fue la más notable de su discurso del 26 de octubre ante el Parlamento alemán, donde enunció los primeros esbozos de un programa para la desintegración europea. Ese proceso ya está en marcha. El gobierno alemán lo desmiente, pero ese plan para fracturar Europa será refrendado el lunes y martes por el congreso que la CDU de Merkel celebrará en Leipzig. Esto, que equivales a un adiós a la Unión Europea, viene determinado por una mezcla de intereses políticos cortoplacistas (elecciones en 2012 en París y en 2013 en Berlín), y en particular, un inercial sometimiento al poder financiero y sus recetas, y pura y simple incapacidad.
Europa ha producido dos modelos de lucidez: la revuelta griega, ese nuevo ejemplo de país retrasado y obstinado que recuerda la dignidad helena del principio de la última guerra mundial, y la exitosa secuencia islandesa: la deuda no se paga, el gobierno implicado se derroca y los responsables a los tribunales. Pero la actual crisis europea ya está lanzando señales de que los liberales se transforman rápidamente en ultraderechistas y las democracias en regímenes duros.
En el caso de Italia, los mercados financieros han elaborado las bases del presupuesto que, sin conocerlo aún, el Parlamento italiano se ha comprometido a aprobar en estas horas. Previamente, los mercados financieros decidieron sacrificar la cabeza de uno de sus más fieles y pintorescos servidores: es descorazonador ver a un personaje como Berlusconi derribado por los mercados. Esto anuncia un tiempo oscuro en Italia, porque la caída del Berlusconi puede significar la continuidad del berlusconismo.
El sucesor de Berlusconi ostenta credenciales que –para los europeos– parecen tan imbatibles como lo fueron las de Cavallo para la Alianza en su momento: es asesor de Goldman Sachs desde el año 2005, es decir, incluyendo el período de quiebra y rescate del banco, banco que por cierto vuelve a estar bajo amenaza de quiebra.
Hace algún tiempo, un banco estadounidense había reclamado un mandatario para Italia que sea “una personalidad externa y capaz”. Ese banco era justamente Goldman & Sachs
Diario Miradas al Sur
13-11-2011

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