Participó en la captura del Che Guevara en Bolivia, fue el cerebro tras el derrocamiento de Ferdinando Marcos en Filipinas, de la invasión norteamericana a Panamá, de la transición postsandinista en Nicaragua, interlocutor privilegiado del nacionalista venezolano Hugo Chávez y más recientemente el artífice de la caída de Alberto Fujimori. En más de un sentido, el hombre que George Bush ha elegido para manejar las relaciones de Washington con América Latina es un diplomático que conoce más de un esqueleto escondido en los guardarropas de los políticos del continente. En
Walter Goobar
Participó en la captura del Che Guevara en Bolivia, fue el cerebro tras el derrocamiento de Ferdinando Marcos en Filipinas, de la invasión norteamericana a Panamá, de la transición postsandinista en Nicaragua, interlocutor privilegiado del nacionalista venezolano Hugo Chávez y más recientemente el artífice de la caída de Alberto Fujimori. En más de un sentido, el hombre que George Bush ha elegido para manejar las relaciones de Washington con América Latina es un diplomático que conoce más de un esqueleto escondido en los guardarropas de los políticos del continente. En el Departamento de Estado hay diplomáticos-militares, diplomáticos-políticos y diplomáticos-diplomáticos y, sin duda, el embajador John Maisto designado por George Bush como encargado de América Latina en el Consejo Nacional de Seguridad, encabeza la lista de los primeros: En 1968 John Francis Maisto formó parte de un equipo de antiinsurgencia que envió el gobierno de EEUU días después que el Che Guevara entró a Bolivia con un pasaporte uruguayo a nombre de Adolfo Mena González. Maisto permaneció en Bolivia hasta 1973, después prestó servicios en Colombia hasta 1975, y luego en San José de Costa Rica hasta 1978. Ese año, Maisto fue transferido a Filipinas y nombrado Jefe de la Sección política de la Embajada de EEUU. Varios historiadores señalan a Maisto como el artífice detrás de la caída no-sangrienta del dictador Fernando Marcos. Maisto permaneció en Filipinas hasta 1986 cuando fue transferido con carácter de urgencia a Panamá, donde se hizo cargo de la sección política de la embajada de EEUU. Según el general Manuel Noriega, fue John Maisto quien logró organizar la Cruzada Civilista, que desastabilizó su gobierno. En realidad Maisto hizo más que eso, fue el cerebro de la invasión estadounidense que culmino con la caída de Noriega. Una vez concluida su misión en Panamá, fue trasladado a Washington, pero en 1993, luego de la caída del sandinismo en Nicaragua, George Bush padre lo envió como embajador a ese país. Maisto vigiló la transición y presionó para que se devolvieran miles de propiedades que habían sido confiscadas durante el gobierno sandinista.
Anticipándose a un posible caos político el Departamento de Estado envió a Maisto, a Venezuela en 1996. El ex-teniente coronel Hugo Chávez, el líder del fracasado golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 en contra del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, había derrotado de manera aplastante a todos sus contrincantes con un discurso seudonacionalista y antiimperialista. Washington eligió a Maisto que era uno de sus diplomáticos más experimentados para representar sus intereses en ese país.
Al mismo tiempo que Chavez abofeteaba públicamente a los EEUU reuniendose con Fidel Castro y con Saddam Hussein, coqueteaba con Maisto con ofertas irresistibles que suenan irresistibles para cualquier diplomático estadounidense como la extraterritoriedad jurídica para las inversiones extranjeras, algo que ni siquiera el argentino Carlos Menem se atrevió a ofrecer.
Maisto que se describe a sí mismo como un historiador frustrado tiene una valiosa colección de piezas de arte popular que ha adquirido en todos los países en los que ha cumplido funciones de embajador o encargado de negocios en las últimas cuatro décadas: Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Filipinas, Bolivia, Argentina y Venezuela. Su colección incluye 10 tallas de los mandatarios venezolanos del siglo XX. Son figuras talladas sobre pedazos de palos de escoba, que en muchos casos no corresponden a la verdadera anatomía de quien representan. En primer plano está Hugo Chávez con su eterno rictus nasal y vestido de verde oliva. A su lado, Rafael Caldera, Luis Herrera y Jaime Lusinchi. En la segunda fila Carlos Andrés Pérez y Ramón J. Velásquez. Más atrás se ubican los que nunca conoció. Para el embajador norteamericano, la historia de Venezuela se escribe en palos de escoba.
Precisisamente durante su misión diplomática en Venezuela -que concluyó en mayo de 2000-, Maisto acuñó una doctrina que lleva su nombre y que tiene bastante que ver con los palos de escoba para barrer mandatarios. El diplomático admite el error del Dpto. de Estado norteamericano, al apoyar regímenes democráticos ``vacíos y formalistas'', creyendo que con tales formalismos o ``recetas milagrosas'', era posible construir naciones políticamente estables y económicamente prósperas. Aunque reconoce que ``cuando no existe un libre mercado, reglas claras de juego, ni un sistema judicial independiente y confiable, aparecen las tentaciones para instalar sistemas autoritarios'', el pragmático embajador Maisto insiste en que hay que mejorar la vitalidad y la buena forma de este cascarón vacío y formalista en que vive la gran parte de los países latinoamericanos.
Maisto señala que la reforma de las instituciones jurídicas ``es el problema institucional número uno del continente'' y reconoce que desde 1994 el interés de la Casa Blanca por los países al sur del Río Grande tiene un norte específico: el establecimiento de una zona de libre comercio para el año 2005.
La doctrina Maisto afirma que Estados Unidos debe sostener o ayudar a Hugo Chavez en la medida en que mantenga la tranquilidad o estabilidad política de Venezuela. Esto tiene un corolario, si Chávez deja de garantizar la paz se debe proceder a derrocarlo. Alberto Fujimori podría ser tomado como el ejemplo más reciente que ilustra los vaivenes de la doctrina Maisto. Un mandatario como Fujimori, que era eficaz porque aplastó a Sendero Luminoso o al MRTA, dejó de serlo cuando la oposición se le tornó incontroñable. En un momento en que Estados Unidos centra toda su atención en Colombia y necesita que los países vecinos estén en calma, salir de Fujimori era la única opción válida para Washington y Maisto.
Hay en todo esto una moraleja: el imperio tolera o convive con cualquier modalidad política dentro del capitalismo pero no puede admitir aquellas situaciones que pongan en peligro la paz interna de naciones como Perú, Ecuador o Venezuela, vecinos de Colombia el país en donde Washington –tarde o temprano-, sabe que tendrá que intervenir. A Fujimori se lo respaldó incluso en el crimen, como el de la embajada japonesa. Pero desde el momento en que dejaba de asegurar la paz interna en el Perú selló su suerte. La doctrina Maisto con su corolario es lo que se ha aplicado en el Perú.