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OBAMA VS. CHAVEZ

Los besos del enemigo

Lo que sonó como una bofetada simbólica para Washington en general y para Barack Obama en particular, fue la reciente creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) . Por eso no es extraño que el inquilino de la Casa Blanca –que este año debe renovar el contrato con sus electores–, haya salido a atacar a Chávez que fue el anfitrión y principal impulsor de ese encuentro hemisférico.

Walter Goobar
En el instante en que se besa con el presidente Hugo Chávez, Barack Obama entrecierra los ojos arrobado. Sin embargo, ese piquito no fue el resultado de la distensión que el candidato a presidente había prometido antes de llegar a la Casa Blanca, sino que ese supuesto acto de amor resultó ser tan efímero y engañoso como casi todo lo que proviene del mundo de la publicidad. La provocativa campaña ideada por la empresa Benetton fue festejada a carcajadas por el líder bolivariano, pero desde la Casa Blanca no tomaron la publicidad con humor, sino todo lo contrario.
 Tras el fugaz e ilusorio romance publicitario, el presidente norteamericano redobló esta semana su embestida contra Chávez: en un cuestionario escrito que respondió al diario venezolano El Universal, afirmó que Estados Unidos siente “gran inquietud al ver que se han tomado medidas para restringir la libertad de prensa, así como para erosionar la separación de poderes”. Coincidiendo con la XLII Cumbre del Mercosur, Obama dice estar preocupado por las acciones del presidente Hugo Chávez, que “han restringido los derechos del pueblo venezolano, amenazado los valores democráticos básicos y la seguridad en la región”. El titular de la Casa Blanca fue más allá y sentenció: “Estados Unidos no tiene la intención de intervenir en las relaciones exteriores de Venezuela. Sin embargo, me parece que los vínculos del gobierno de Venezuela con Irán y con Cuba no han beneficiado los intereses de Venezuela ni de su gente”.
 Una vez más la guerra verbal entre los dos mandatarios se dejó ver en toda la extensión de la palabra. Inmediatamente después vino la respuesta de Chávez; claro que más directa con palabras mucho más fuertes que las esperadas: “Farsante... me das lastima”, enfatizó el líder bolivariano y le recomendó ocuparse de los problemas de su propio país.
 Si Obama actuó como un novio despechado, no fue precisamente por aquel beso que nunca existió ni tampoco por los resultados de la Cumbre del Mercosur en Montevideo. Lo que sonó como una bofetada simbólica para Washington en general y para Barack Obama en particular, fue la reciente creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) . Por eso no es extraño que el inquilino de la Casa Blanca –que este año debe renovar el contrato con sus electores–, haya salido a atacar a Chávez que fue el anfitrión y principal impulsor de ese encuentro hemisférico.
 La creación de la Celac con Cuba incluida, ha hecho saltar las alarmas en el Imperio del Norte y de seguro vendrá una ofensiva despiadada que no comienza ahora, sino que ya lleva un tiempo en curso, pero que en este nuevo escenario recibirá una aceleración decisiva. La sola idea de una organización hemisférica que reúna a los países latinoamericanos y caribeños sin la prepotente presencia de Estados Unidos y Canadá es un mal trago para Obama en un año electoral. De repente, Washington ha caído en la cuenta que –a instancias de Chávez, hasta sus socios más confiables–, lo han dejado afuera de un mercado de 600 millones de habitantes, que incluye a 7 de los diez principales productores de minerales estratégicos del mundo, la mitad del agua dulce y de la biodiversidad del planeta, además de petróleo, gas y alimentos como para abastecer a más de mil millones de personas.
 Sin embargo, el derecho a la injerencia en este continente que mide 20 millones de kilómetros cuadrados y que Estados Unidos considera su “patio trasero”, no se desvanecerá por la creación de esta organización, pero el margen de maniobra de Washington se ha visto acotado.
 Algunos piensan que Estados Unidos está demasiado involucrado en el Medio Oriente como para ocuparse de América latina. Esto es evidentemente falso. De hecho, desde hace tiempo se desarrollan los preparativos y las operaciones de acción psicológica contra los países que no son del agrado del imperio.
 Aunque el lanzamiento de la Celac ha sido una muy mala noticia para la superpotencia en declive, sabe que todavía cuenta con varias cartas en la manga: Washington dispone de un gran abanico de recursos para “ayudar” a actores locales que en diversos países hostigan o desestabilizan a gobiernos que no son de su agrado. Bolivia, Ecuador y Venezuela, además de Cuba, son los blancos prioritarios de estas políticas. Si en muchos casos esta ingerencia imperial se canaliza a través de operaciones encubiertas, en otros el involucramiento en la política de los países latinoamericanos se realiza de forma abierta por medio de agencias como la DEA, la CIA y la Usaid, entre otras.
 Una de las líneas de acción que emplea Washington en la región es la de tratar de dividir a los latinoamericanos. Para ello han organizado varias operaciones, que van desde crear asociaciones paralelas de los países más afines a sus intereses, pasando por la estimulación de conflictos entre países de la región y terminando con la idea de contraponer a líderes para esmerilar las posiciones de los más radicales. Azuzar conflictos entre Colombia y Venezuela, o entre Ecuador y Colombia, o entre Nicaragua y Costa Rica, o entre Bolivia y Brasil, o entre Uruguay y Argentina, o entre Bolivia y Chile, son antecedentes de esta estrategia.
 Paralelamente a sus actividades de desestabilización y desgaste de los gobiernos más radicales, también apuesta a una política de seducción de los gobiernos de centroizquierda (Argentina, Brasil, Uruguay, ¿Perú?) para tratar de lograr alguna deserción del proyecto emancipador de la Celac. El pedido de audiencia de Obama a Cristina Kirchner durante la Cumbre del G-20 en Cannes, y la permanente labor de seducción que la Casa Blanca ejerce sobre Brasilia forman parte de esta estrategia. Separar a la Argentina y el Brasil del proyecto radical de la Celac, aislar a Chávez, Evo y Correa y, de paso, reforzar el bloqueo contra la Revolución Cubana, conforman el ABC de esta política que no tiene nada de sana vecindad.
Diario Miradas al Sur
24-12-2011
 

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