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ESTELA: Documental de S. Di Florio y W. Goonar

AFGANISTÁN 4 AÑOS DESPUÉS:

Invasión y narcotráfico

A cuatro años de la invasión anglo-estadounidense en Afganustán se han celebrado elecciones legislativas. Pero es probable que esos comicios hayan tenido más importancia en Occidente que en el propio Afganistán, porque las elecciones afganas tienen más que ver con el ombliguismo occidental que con las aspiraciones democráticas de los afganos. En Afganistán, en Irak, en Zambia o en Haití, hablar de democracia es como hablar en chino. Occidente quiere democracia para todos y si es r posible, democracia con corbata, aunque para eso haya que matar a un numero nunca determinado de civiles, conformado en su mayoría por mujeres y niños.

Por Walter Goobar
Emparedado entre el protectorado de EE UU y los desmanes de los señores de la guerra, el presidente Hamid Karzai está obligado a demostrar quién manda. Es no importa demasiado: la Casa Blanca quiere democracias bajo tutela para países como Afganistán, Irak, Haití, Gabón o muchos otros lugares que viven en la cuneta del mundo
 
En Afganistán llegaban los talibán al colegio electoral de turno con el voto sometido de esposas, hijas, hermanas y suegras. Sin embargo, las elecciones fueron consideradas "limpias" por los observadores occidentales. Las mujeres siguen llevando el burka m pero ahora tienen derecho a voto. Contraen
 
Los convoyes blindados de las fuerzas de paz de la OTAN y los Humvee y Land Rover de las tropas estadounidenses y británicas entran y salen de sus bases. Otros estadounidenses, sin uniforme y acompañados por pistoleros, se mueven en grandes todo terrenos con cristales tintados. La mayoría de los afganos supone, y probablemente esté en lo cierto, que son comandos de las Fuerzas Especiales o agentes de la CIA. En cualquier caso, son el recordatorio más patente de que sigue librándose una guerra mayoritariamente velada contra los talibanes y Al Qaeda.
 
 
A pesar del apoyo estadounidense, a Karzai le resulta difícil convencer a los afganos de que puede enfrentarse a los jefes militares o a los miles de combatientes talibanes que todavía andan sueltos. Recientemente ofreció la amnistía a los talibanes con la condición de que renunciaran a la violencia. Le pregunté a Karzai por la oferta, que muchos afganos interpretaron como una traición.
 
Karzai preside un país de 29 millones de ciudadanos, la mayoría pobre y analfabeta, con una economía que depende de la ayuda internacional y la cosecha ilícita de la adormidera, la materia prima de la heroína. El negocio de la droga emplea a 2,3 millones de afganos, con unos beneficios que equivalen al 60% del PIB legal. Desde 2001, la cosecha de adormidera se ha disparado en un 1.500%; según la mayoría de cálculos, Afganistán se está convirtiendo en un narcoestado.
 
Lejos de ser de provecho para la población, esta fuente de riqueza se destina a la compra de armamento estadounidense con vistas al ataque contra Irán.
 
La droga se refina en los laboratorios de los servicios secretos pakistaníes y hasta hace poco, el Pentágono impedía a las tropas estadounidenses participar directamente en actividades antinarcóticos, que en su mayoría quedaban en manos de los británicos y los europeos. S
 
a ministra francesa de Defensa, Michèle Alliot-Marie, no vaciló en expresar su irritación en las columnas del diario estadounidense Washington Post. En ellas deploraba que los soldados estadounidenses no se den cuenta que ese tráfico, destinado únicamente al mercado europeo, les concierne y que permitan que esto desarrolle ante sus ojos, aún cuando fue Estados Unidos quien pidió la ayuda militar de los europeos para estabilizar Afganistán
 
En ese devastado país no existe en realidad otra fuente de riqueza, fuera de la ayuda internacional, según observa el profesor Barnett Rubin, de la New York University El índice de desempleo es de un 30%, y la tasa de delincuencia está aumentando vertiginosamente.
 
Esta no es la primera vez que los servicios de inteligencia norteamericanos y paquistaníes intervienen en el tráfico de drogas afganas. Durante la década de los 90 financiaron la guerra contra la ocupación soviética con esos fondos.
 
 
La prensa occidental repite hoy constantemente que Osama bin Laden, el enemigo público nº1 de Estados Unidos, sigue vivo y que se esconde en las zonas tribales de la frontera afgano-paquistaní. Poco importa que sea cierto o no, lo interesante es observar que si así fuera el ejército estadounidense tendría que haber intervenido hace tiempo para capturarlo y juzgarlo. Pero no ha sucedido nada eso, aún cuando los informes oficiales aseguran que esa zona tribal es refugio de los laboratorios de refinado. Con Osama  Bin Ladenl, el ISI servicio de inteligencia paquistaní- conserva el monopolio del proceso de refinado y las ganancias van a los cofres del régimen del general Pervez Musharraf.
 
El conocido periodista estadoinidense, Jon Lee Andersom estuvo recientemente en Afganistán y relata lo que le dijo un funcionario de alto rango del espionaje afgano: Lo que me preocupa es que Afganistán empieza a parecer la Rusia de mediados de los años noventa. Se refería a la proliferación del capitalismo mafioso posterior a la caída de la Unión Soviética. Existen algunos signos de que ya está ocurriendo. Incluso en la capital, jefes militares, hombres fuertes y funcionarios corruptos se están apropiando de tierras con una impunidad parecida a la del Viejo Oeste. Las mismas tácticas usadas durante muchos años en las guerras de Afganistán parecen haber sido reutilizadas para acumular riqueza.
 
 
 
Afganistán e Irak: las 10 diferencias
 
Tanto Irak como Afganistán fueron invadidos tras los atentados del 11 de septiembre, en los dos países la intervención extranjera acabó en Kabul con un régimen teocrático y en Bagdad con uno laico, pero ambos igualmente brutales. Además de que las invasiones fueron tan brutales como los Gobiernos que derrocaron,, ambos paises siguen teniendo Gobiernos paralelos en Washington. Pero mientras el primero desciende cada mes un peldaño más hacia el caos y la guerra civil, el segundo vive su mejor oportunidad de futuro en más de 25 años. Al menos 10 diferencias han hecho que ambas naciones hayan tomado, por ahora, direcciones diferentes.
 
La Resistencia: A pesar de que los combates continúan en Afganistán, la violencia se limita a cuatro de las 34 provincias afganas. Los talibán fracasaron en su intento de desestabilizar las elecciones del pasado 18 de septiembre y su presencia es prácticamente inexistente en la mayor parte del país. La insurgencia afgana se ha mostrado incapaz de llevar a cabo una guerra de guerrillas en todo el territorio. El principal motivo es que, tras su paso por el poder, los talibán carecen de un mínimo apoyo popular fuera de su región de influencia (frontera con Pakistán).
 
La transición: La ausencia de polémica diplomática que ha acompañado todo el proceso en Irak ha beneficiado a Afganistán. El resultado ha sido un acuerdo sin obstáculos de toda la comunidad internacional -el proceso de Bonn- y un plan donde quedaron definidos desde el principio los pasos a dar para avanzar en la transición democrática.
 
Las tropas extranjeras: La presencia de las tropas extranjeras sigue siendo apoyada por la mayoría de la población afgana. Aunque cerca de 20.000 soldados estadounidenses siguen operando como fuerza de ocupación, el mandato de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), en la que se incluyen las tropas españolas, ha sido renovado por Naciones Unidas cada seis meses.
 
El líder: La elección de Hamid Karzai en unas elecciones presidenciales consideradas aceptables por los observadores internacionales dio legitimidad al nuevo Gobierno afgano. Karzai ha consolidado su poder, reclamando públicamente más independencia de EEUU y mejorando su imagen entre los afganos.
 
La unidad: A pesar de las diferencias étnicas, el pueblo afgano tiene una mayor tradición histórica como país que Irak. La inclusión en el Gobierno y en las Fuerzas Armadas de representantes de las principales etnias -pastún, tajikos, uzbecos y hazaras- ha mantenido bajo control las tensiones entre diferentes grupos.
 
La religión: Una mayor uniformidad religiosa -un 80% de suníes- ha permitido a Afganistán eludir los conflictos religiosos que vive Irak.
 
La ayuda: A pesar de la ocupación, Kabul vive los momentos de mayor sosiego en más de dos décadas, lo que ha permitido a las ONG e instituciones internacionales asentarse en el país. La capital, muerta durante los talibán, ha recuperado la vida. La inseguridad de los viajes por carretera sigue, sin embargo, mermando el desarrollo en las zonas rurales.
 
El Ejército: La coalición ha logrado formar a 50.000 nuevos policías y 26.000 soldados desde 2002. Aunque las cifras son menores que en Irak, las fuerzas afganas se han mostrado mucho más leales al Gobierno local y han contribuido a la estabilidad.
 
Los vecinos: Los intentos de Pakistán de influir en la nueva Afganistán han tenido mucho menos éxito que los de Irán en Irak, donde Teherán se ha convertido en uno de los jugadores claves.A pesar de que las incursiones talibán a menudo tienen lugar desde territorio paquistaní, el Gobierno de Islamabad ha perdido su influencia debido al rechazo que provoca entre la población afgana.
 
El futuro: Afganistán comparte algunos de los desafíos de Irak y se enfrenta a otros propios: la consolidación de su democracia, la lucha contra la producción de opio y la batalla por eliminar la insurgencia talibán definirán su futuro en los próximos años.
Revista Veintitrés Internacional
Noviembre 2005
 
 

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