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Osama Bin Laden

El enemigo del mundo

Fue socio de la CIA y ahora Estados Unidos lo declaró enemigo público. Lo acusa de financiar a los más violentos grupos fundamentalistas musulmanes. Su increíble refugio entre los talibanes. Sus millones. Sus presuntas inversiones en Tucumán. Retrato de uno de los hombres más enigmáticos del mundo.








Por Walter Goobar

Los peores enemigos de los EE.UU. siempre fueron Estados o jefes de gobierno. Pero la reciente lista de enemigos que elaboró el Pentágono no la encabeza un país, un gobierno o una alianza identificada con determinada ideología o religión. La encabeza un hombre. Un individuo con nombre, apellido y número de documento. Se llama Osama bin Laden. Tiene turbante, barba y una fortuna estimada en 300 millones de dólares que le ha permitido convertirse en un cuentapropista del terror. En un refugio secreto excavado en una montaña afgana, Bin Laden tiene una oficina con computadoras, teléfonos satelitales y el fusil Kalashnikov con que combatió a los ateos comunistas.
Desde allí maneja sus exportaciones de cuero a Italia, sus ventas de semillas y aceite de girasol a Túnez y Marruecos, la construcción de una autopista en Sudán, y paralelamente financia los grupos fundamentalistas más sanguinarios para librar la Guerra Santa contra su antiguo patrón, Estados Unidos. Washington ha fijado un precio de cinco millones de dólares por su cabeza, lo que para Osama es cambio chico: por medio de un testaferro británico Bin Laden le entregó cuatro millones de dólares al traficante sirio Monzer Al Kassar como anticipo por una compra de armamento encubierta mediante la supuesta inversión en una mina de oro en la provincia de Tucumán.
A comienzos de mes Bin Laden dio una nueva bofetada a la CIA, a los servicios de Inteligencia del Departamento de Estado y del Pentágono y al FBI, que llevan años buscándolo: reapareció en la ciudad de Kandahar, al sur de Afganistán, para asistir al casamiento de su hijo, Mohamed. La CIA, que utiliza satélites para vigilar sus teléfonos celulares y ha reclutado gente para asesinarlo, fue la única que no había recibido una tarjeta de invitación para la boda, y se tuvo que conformar con las imágenes retransmitidas por el canal Al-Jazeera. Una vez más, la larga mano de la venganza estadounidense se había quedado corta.

BANQUERO DE ALA
La figura de este hombre alto, delgado, de mirada fúnebre, nariz aguileña y barba negra que ha comenzado a encanecer parece arrancada de una vieja versión de Las mil y una noches, pero a los 41 años Osama bin Laden no se conforma con ser el banquero de Alá, sino que también se reivindica su profeta y estratega: Comprar armas para la defensa de los musulmanes es un deber religioso. Nuestra misión es instigar y, por la gracia de Alá todopoderoso, lo hacemos y conseguimos que alguna gente responda a nuestra llamada, afirma Bin Laden.
En el dossier del FBI, que le ha otorgado el honor de convertirlo en el primer extranjero incluido en su lista de los 10 criminales más buscados, se describe al millonario-terrorista como uno de los 53 hijos el decimoséptimo del constructor saudita Mohamed Awad. Su madre es de origen palestino y fue la menos favorecida de las 10 mujeres de su padre. A fines de los '70 Bin Laden era un pacífico y próspero empresario que disfrutaba de las atenciones de sus cuatro esposas. Tras graduarse en el Departamento de Economía y Gestión de la Universidad de Riad (Arabia Saudita) se hizo cargo de los negocios inmobiliarios de su familia y comenzó a construir un imperio económico. Un hermano y uno de sus primos manejan los 5.000 millones de dólares que están invertidos en la industria farmacéutica, la agricultura, la construcción de autopistas y la importación de automóviles.

RECLUTA DE LA CIA
En 1979, cuando las tropas soviéticas invadieron Afganistán, Osama bin Laden abandonó su lujosa residencia en Riad, se dejó crecer la barba, reclutó sus primeros adeptos y se enroló en la guerrilla afgana. Su rígida educación religiosa había encontrado un destino: liberar las tierras musulmanas de los infieles. Durante ese período existía un entendimiento entre Bin Laden y la CIA, que apoyaba a los rebeldes afganos. Bin Laden manejaba los campos de entrenamiento donde los asesores militares estadounidenses entrenaron a los voluntarios en las técnicas de sabotaje de las cuales ahora son víctimas.
En algún suburbio de Khartum organizó el primer gran golpe sufrido por los Estados Unidos en su propio territorio, después del ataque a la bahía de Pearl Harbor: la voladura de las torres gemelas de Nueva York, en 1993. Después se refugió en las áridas mesetas de Afganistán. Los fantasiosos analistas de la CIA que han visto demasiadas películas sobre Batman y la baticueva hablan de una caverna dotada de los más avanzados adelantos tecnológicos, oculta en inhóspitas montañas centroasiáticas situadas en un país que se quedó sin Estado y al que domina, sin gobernar, una pandilla de teólogos delirantes que estudió en la universidad coránica de Peshawar (Pakistán) y se identifica con el nombre de Milicia Talibán.
Aunque inicialmente había negado tener responsabilidad en los atentados con coches bomba que el 7 de agosto de 1998 volaron en pedazos las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, durante una entrevista concedida a la revista Time en enero de 1999, Bin Laden reconoció sin tapujos haber sido el instigador de los atentados que acabaron con la vida de 253 personas, incluidos 12 estadounidenses. Si la instigación de la Jihad contra judíos y norteamericanos es considerada un crimen, dejemos entonces que la Historia me considere un criminal, afirmó desafiante Bin Laden en la entrevista realizada en su refugio secreto de Afganistán.

LEWINSKY VS. LADEN
La voladura de las embajadas convirtieron a Osama en el primer individuo contra el que EE.UU. lanzaba una operación militar desde la invasión de Panamá, en 1991, para detener a Manuel Antonio Noriega: trece días después de los atentados, EE.UU. lanzó ochenta misiles de tipo Crucero contra las bases de Osama en Jost, al oeste de Afganistán, y contra una fábrica de productos farmacéuticos de la que era dueño en Sudán. Osama bin Laden salió ileso de ambos ataques.
En pleno caso Lewinsky, Bill Clinton convirtió a Osama bin Laden en el enemigo público número uno. Washington fijó una recompensa de cinco millones de dólares a quien le entregue a Osama y vinculó el reconocimiento del régimen de los talibanes afganos que han prestado refugio a Osama desde febrero de 1996 a la entrega del saudita. Pero los talibanes antiguos aliados de Washington, como el propio Osama, en la lucha contra la ocupación soviética de Afganistán, en los años ochenta nunca lo extraditaron.

DEBER RELIGIOSO
Cuando tropas británicas y estadounidenses dedicaron cuatro días a bombardear sistemáticamente objetivos militares en Irak, Bin Laden emitió un llamamiento a los buenos musulmanes del planeta para que se lancen a la venganza contra los ciudadanos de Estados Unidos y de Gran Bretaña que, al respaldar las acciones de sus líderes, se han convertido en enemigos de Alá. Según el magnate saudita la hostilidad contra Estados Unidos es un deber religioso, y esperamos que Dios nos recompense por ello.
Bin Laden hace una lectura radical del Corán para justificar sus actividades: Estados Unidos, en una atmósfera de arrogancia, ha establecido hoy una política de doble rasero, calificando de terrorista a quien vaya contra esta injusticia. Quiere ocupar nuestros países, robar nuestros recursos, imponernos sus agentes para gobernarnos, alejándose de lo que Dios ha revelado y pretendiendo que nosotros aceptemos todo esto. Si rehusamos a hacerlo, dirá que somos terroristas.
Uno de los mulás clérigos musulmanes más influyentes entre los talibanes afganos, aseguró recientemente que Osama bin Laden es demasiado pobre para mantener las bases terroristas que le atribuye Estados Unidos. Las cuentas de Osama en los bancos extranjeros están congeladas y eso hace que carezca de medios para financiar centros militares, escuelas religiosas o cualquier otra cosa, declaró Amir Khan Mutaqui, ministro de Cultura de Afganistán. En la entrevista con Time, el millonario saudita afirma lo contrario: Desde 1993, cuando los creyentes acabaron con un montón de soldados estadounidenses en Somalia, América trata de arrestarme y de asfixiarme económicamente, pero sus maniobras no han tenido éxito porque Alá me ayuda.
Pero, como señala el experto en Afganistán Ahmed Rashid, colaborador del World Economic Forum y autor del libro Taliban , tanto los talibanes como Osama bin Laden tienen fuertes apoyos en la elite dirigente y en ciertas ramas de la familia real saudita, y reciben apoyo financiero de otros millonarios saudíes, de organizaciones religiosas y de ONG islámicas. Su familia tiene un patrimonio de unos 5.000 millones de dólares obtenido en parte gracias a la autorización real saudita para construir mezquitas.
De acuerdo con una auditoría del propio gobierno saudita en manos de la Inteligencia estadounidense, cinco de los más poderosos hombres de negocios de ese país que es uno de los principales aliados de EE.UU. en la región, encargaron al Banco Comercial Nacional, el más grande del reino, que transfiriera parte de sus fondos personales a bancos de Nueva York y Londres. Con este dinero, los empresarios están pagando la protección del millonario Bin Laden.

EL CHANCHITO DE OSAMA
Un reciente informe de la CIA puntualiza que Bin Laden opera con escaso apoyo estatal, si se exceptúa el refugio que le dan los afganos, y que su dinero y sus motivaciones lo convierten en una difícil amenaza para los servicios secretos occidentales. El terrorista utiliza la tecnología más moderna en Internet, en el mundo de los celulares y comunicaciones por satélite para operar en unos 50 países de todo el mundo, donde sus soldados han construido grupos de operaciones. Muchos de ellos, conocidos como submarinos o células durmientes, se instalan en el país donde cometerán algún atentado años antes de entrar en acción.
Estados Unidos intenta asfixiar a Bin Laden congelando sus fondos. Carece del atractivo religioso del ayatolá Jomeini o de los lazos políticos de un Abu Nidal, explica Buck Revell, un antiguo agente antiterrorista del FBI que ahora trabaja como consultor en Dallas. Por eso su dinero es tan esencial; bastaría quitárselo, romper su chanchito, para desactivarlo. El drama de los norteamericanos y de sus aliados es que todavía no han podido localizar el chanchito de Bin Laden. Se sospecha que utiliza testaferros como Imperial Consolidated, una empresa británica dedicada a las inversiones offshore y al lavado de dinero. Imperial no cotiza en Bolsa, pero opera en 11 países y controla 26 compañías. En las Bahamas, Miami y Nueva Zelanda tiene peor fama. Bin Laden o sus presuntos testaferros de la empresa británica Imperial Consolidated también han tendido sus redes en la Argentina.

MINAS EN TUCUMAN
Esta semana, el traficante sirio Monzer Al Kassar admitió que representantes de Imperial Consolidated le pagaron cuatro millones de dólares como anticipo de una operación de armas cuyo objeto aparente eran 19 yacimientos mineros en la provincia de Tucumán. El acuerdo incluía otros 8,5 millones de dólares que Imperial Consolidated garantizaba con un aval pagadero por su banco de Granada. Aparentemente, esa gigantesca cantidad de dinero sólo era una porción de la inversión total, que iba a superar los 400 millones de dólares.
El argentino Miguel Solanis, de 60 años, era socio de Monzer Al Kassar e Imperial Consolidated pero se resiste a considerar la posibilidad de que lo hayan usado como pantalla en una presunta operación de tráfico de armas. Solanis no es afiliado a ningún partido político pero admite tener relación con el gobernador de Tucumán, el justicialista Julio Miranda, y reconoce haber extendido sendos poderes a Imperial Consolidated y a Al Kassar para que éstos negociaran en Europa, mientras se comprometían a adelantarle una parte de los 4.000.000 de dólares que había depositado en Panamá. No recibí nada del dinero. Por ahora no lo puedo comentar pero alguien se quedó con algo de dinero, desliza Miguel Solanis sin querer revelar la identidad de los argentinos que actuaron de intermediarios.
La sociedad se rompió porque Solanis revocó los poderes a Al Kassar y a los británicos, aunque ahora parece estar medio arrepentido de aquello. Yo pensaba que ellos no estaban cumpliendo conmigo y era al revés: el que no estaba cumpliendo era yo porque otra gente se quedó con la plata, explica el minero tucumano.
Más recientemente, algunas fuentes de inteligencia involucraron al millonario saudita en un rocambolesco plan para volar el reactor nuclear de Sydney durante los Juegos Olímpicos. Lo cierto es que, como señala Rashid, incluso en fuentes de la inteligencia de EE.UU. se cuestiona que el magnate saudita haya estado detrás de todas las acciones que se le imputan.
Siempre que hay un atentado contra intereses norteamericanos, Osama se convierte en el primer sospechoso de Washington. El ataque suicida registrado en octubre pasado contra el destructor norteamericano USS Cole en el que murieron 17 marinos, en la bahía de Aden, volvió a situarlo en el punto de mira de Estados Unidos
La guerra particular entre EE.UU. y Osama bin Laden cumplirá diez años en febrero y no presenta visos de estar próxima a su final. Con Osama bin Laden a EE.UU. le ocurre lo mismo que al doctor Frankenstein: está horrorizado por la criatura que ha creado.
Revista Veintitrés,
18-01-2001






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