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ESTELA: Documental de S. Di Florio y W. Goonar

LA FRANJA DE GAZA:

En tierra de nadie

A pesar de la Autonomía recientemente conquistada, los habitantes de Gaza aún viven tras las alambradas. Varios puestos militares israelíes controlan con la ayuda de computadoras de mano, los permisos de trabajo de los escasos privilegiados que aún pueden recorrer los 71 kilómetros que separan Gaza de los sofisticados hoteles y restaurantes de Tel Aviv.

 Por Walter Goobar, enviado especial a la Franja de Gaza
Durante los 27 años de la ocupación cualquiera que se aventurara por la noche a la playa de Gaza se arriesgaba a ser baleado o arrestado. La playa sobre la que se encontraba la guarnición militar israelí y el siniestro centro de detención Ansar 2 era una tierra de nadie, alambrada, a la que sólo podían acceder los pescadores que tuvieran un permiso especial emitido por las fuerzas de ocupación. Desde que partieron los israelíes, las arenas prohibidas y contaminadas se han convertido en un obligado punto de reunión. Cada atardecer miles de hombres, mujeres y niños provenientes de los hacinados campos de refugiados, se reúnen en torno a fogatas encendidas en las orillas del Mediterráneo, a contemplar el mar, compartir un trozo de carne de cordero asada a las brasas o bailar sobre la arena siguiendo la música que emite algún pasacassette.
  Durante los cinco años de la Intifada rigió un toque de queda que impedía a la gente salir a la calle después de las ocho de la noche y, durante ese mismo período, sólo 20.000 de los 780.000 residentes podían abandonar durante el día este gigantesco campo de detención para ir trabajar a Israel. Si la guerra fue desde siempre fuente de negocios siniestros que generan millones de dólares, la paz incipiente aún no ha demostrado que puede convertir este campo de batalla en algo distinto a un infierno de hambre, desocupación y hacinamiento.
  Desde hace casi cuatro meses y en represalia por un atentado terrorista, Israel ha vuelto a impedir la entrada de los palestinos de Gaza que pretenden trabajar en su territorio. Hombres mujeres y niños están condenados a vagar durante el día entre el polvo, las montañas de basura y las aguas fétidas, porque en los campamentos de Gaza no existe la más mínima infraestructura sanitaria ni los servicios imprescindibles para poder vivir con cierta dignidad.
  A pesar de la Autonomía recientemente conquistada, los habitantes de Gaza aún viven tras las alambradas. Varios puestos militares israelíes controlan con la ayuda de computadoras de mano, los permisos de trabajo de los escasos privilegiados que aún pueden recorrer los 71 kilómetros que separan Gaza de los sofisticados hoteles y restaurantes de Tel Aviv. Una pasada de la computadora por el código de barras que lleva cada identificación y que es semejante al utilizado en los supermercados para marcar los precios, permite a los militares israelíes saber si el portador ha sido arrestado alguna vez, si paga sus impuestos asi como registrar con precisión todos sus movimientos.
  Poder regir los destinos de Gaza y sus 780.000 residentes -la mitad de los cuales son refugiados y niños- es sin dudas el mayor desafío que la OLP debe afrontar en este momento. Otros han tratado. Otros han fracasado.
La franja es un rectángulo de 46 kilómetros de largo por entre 6 y 10 de ancho que se extiende a lo largo de la costa del Mediterráneo y está rodeada por los desiertos de Negev y Sinaí.
  La caída de los salarios provenientes del empleo en Israel ha colocado a la Franja de Gaza al borde del colapso. La semana pasada, las panaderías no tenían harina para hornear pan y los miembros de la nueva fuerza policial palestina no cobran sus salarios desde hace más de seis meses y esperan que se resuelva el acuciante problema de vivienda para poder trasladar a sus familias, dispersas desde hace años en varios países de la región.
   Los países occidentales y el Banco Mundial que este viernes otorgaron una primera partida de 40 millones de dólares están poniendo severas condiciones para la entrega de fondos de socorro a los palestinos y exigen que el dinero sea destinado a proyectos específicos. Pese a que la OLP necesita con desesperación 165 millones de dólares para poner en marcha las administraciones en las dos regiones autonómicas, los palestinos se resisten a las presiones de los donantes. Frente a la receta occidental que pretende que la OLP ponga en funcionamiento el sistema de recaudación
 
 de impuestos, Yasser Arafat ha respondido diciendo que "los hambrientos no pueden pagar impuestos". Gaza, que siempre fue una bomba de tiempo para los israelíes, ahora se ha convertido en una bomba de tiempo para la OLP. Los líderes saben que las esperanzas no resisten mucho tiempo con el estómago vacío y que aquellos que hoy se emocionan con la bandera del nuevo Estado pueden verse rápidamente empujados a los brazos de los fundamentalistas de Hamas.
   "Ahora podemos respirar libremente. Aún no podemos creer que estamos libres de ese horrible encarcelamiento", comenta el joyero Saber al-Shrafi. Cada día, trabajadores municipales, residentes y policías remueven barricadas o ayudan a familias a quitar los travesaños con que, "por razones de seguridad", los israelíes clausuraban sus casas o negocios durante años. Los palestinos se han dedicado a hacer desaparecer rápidamente las señales físicas de la ocupación pero aún no logran superar la endémica dependencia económica que mantienen con respecto a Israel.
   "Ahora hay libertad para comprar y vender. Pero desde que los israelíes clausuraron la Franja, lo que falta es el dinero. No consiguieron doblegarnos por la fuerza y ahora pretenden ponernos de rodillas por medio de la asfixia económica", dice el joyero.
  Bajo un sol de plomo, Gaza, caótica, pobre, sin más realidad económica que la producción de una destartalada embotelladora de Seven-Up, recibió como héroes a unos 184 prisioneros acusados de terrorismo que ayer fueron liberados de las cárceles israelíes en virtud de los acuerdos de paz. Aunque Israel se había comprometido a liberar unos 5.000 prisioneros antes del pasado miércoles, la cifra de los excarcelados no supera los 2.000. Al descender del ómnibus algunos ex presos se abrazaban con sus familias y besaban la tierra de donde no podrán salir hasta que terminen de cumplir sus condenas. Por ahora, Gaza sigue siendo una cárcel.
 
 
 
RECUADRO:COLONOS TRAS LAS REJAS
    (Por W.G., desde Gaza)En teoría, los soldados israelíes no desaparecerán por completo de la zona de Gaza. El acuerdo sobre la Autonomía permite que las tropas hebreas permanezcan en la zona de frontera y como "paragolpes" alrededor de los asentamientos de colonos. Unos 4.500 israelíes viven en 19 asentamientos prósperos e inexpugnables en la región. Sin embargo, esta semana una declaración oficial de las Fuerza de Defensa de Israel señaló que resulta poco práctico mantener indefinidamente 15.000 soldados para proteger a 4.500 colonos de sus vecinos, los 780.000 palestinos confinados en ocho campos para refugiados. Aparte de las armas y las alambradas, lo que separa a palestinos e israelíes a lo largo y ancho de la diminuta franja es una muralla de odio y desigualdad económica: La llamada la Soweto de Israel es una fuente de mano de obra barata: Los salarios palestinos son un 40 por ciento más bajos que los de los israelíes. Mientras el ingreso per cápita de los israelíes supera los 10.500 dólares anuales, el de los palestinos no alcanza a 800. Sobrepoblada, paupérrima y desesperanzada, la Franja de Gaza es generalmente descripta como un lugar al que nadie quiere ir. Si hay que fiarse de lo que indican las encuestas de opinión, los israelíes están encantados de dejar atrás esa tierra tan endemoniada que -según el Primer Ministro Yitzhak Rabin- "debería hundirse en el mar".
 
  RECUADRO:HERMANOS MUSULMANES
  (Por W.G., desde Gaza) Los artistas del graffitti, que durante muchos años fueron uno de los blancos predilectos de los soldados israelíes, hoy se toman todo el tiempo del mundo para dibujar con trazos multicolores los signos de la caligrafía árabe y el barco que simboliza el Estado palestino: "Hamas saluda a la policía palestina. Nunca dejaremos la lucha", rezan las paredes del centro de Gaza. Las pintadas preanuncian que
 
 la luna de miel entre los militantes de Hamas y los cuadros de la OLP está llegando a su fin en este bastión del fundamentalismo.
   El 18 de mayo, el general Nasser Yusef, máximo jefe de la policía en la región y la única autoridad existente por el momento, declaró que "Hamas sirve al pueblo. No hay ningún problema entre nosotros". Pero hace dos semanas, cuando una escuadra de Hamas asesinó a dos supuestos "colaboradores", el jefe de policía publicó una declaración en la que acusaba a los líderes de Hamas de no haber hecho lo suficiente para detener a los "asesinos" y a las "bandas". Instalado en el cuartel general, donde hasta hace un mes funcionaba el comando israelí, Nasser Yusef negó que las víctimas fueran "colaboracionistas" y dijo que "los asesinatos eran la continuación de un fenómeno por el que nuestro pueblo ha sufrido demasiado".
  Fueron los gobiernos derechistas de Menajem Begin e Yitzhak Shamir los que fomentaron el crecimiento de Hamas y la Jihad Islámica para neutralizar y debilitar a la OLP con la que estaba descartada toda negociación. Abandonando la lucha política a los nacionalistas de la OLP, las organizaciones afiliadas a los Hermanos Musulmanes siguieron al pie de la letra el versículo del Corán que señala que "Allah sólo ayuda a los que se ayudan a sí mismos" y situaron su campo de acción en el terreno social. Abrieron dispensarios y guarderías, organizaron cursos de alfabetización para mujeres y resolvieron la asistencia material para los más necesitados. Considerados por Israel como un contrapeso útil frente a los nacionalistas e izquierdistas de la OLP, durante la década del 70 los islamitas disfrutaron de tanta libertad de acción que los convirtió en sospechosos de colaboracionismo y frenó su inserción popular.
  El viraje se produjo en los años 80 cuando el islamismo volvió a predicar el nacionalismo más radical y se formó la Jihad Islámica para la Liberación de Palestina, una nebulosa de grupos que cobró fama con una serie de sangrientos atentados. La apertura de las negociaciones en Madrid el 30 de octubre de 1990 determinó el definitivo enfrentamiento entre los proyectos políticos de los fundamentalistas y los laicos, que multiplicaron los conflictos de poder en los territorios ocupados. A principios del verano de 1992 se registraron en Gaza luchas entre miembros de Fatah y militantes de Hamas. A comienzos de 1993, para no ganarse la desaprobación de la población de los territorios ocupados y, más concretamente la de Gaza, la OLP se vió obligada a solidarizarse con los 400 militantes de Hamas deportados al Líbano por Israel.
  Dispuesto ahora a disputar palmo a palmo el territorio a Hamas, el general Nasser Yusef se ha creado fama de ser un verdadero defensor de la ley y un hombre con un afinado olfato político. Un día antes de los asesinatos, en su diario sermón en la mezquita de Gaza, el líder de Hamas, Sheik Waji Yazjí había exigido la creación de una "policía de moralidad islámica". Robaándole la reivindicación a los fundamentalistas, el jefe de policía estableció su propia policía moral que, en lugar de perseguir a los adúlteros, a las mujeres que se visten de manera provocativa o a los bebedores de whisky, persigue a los alcóholicos y los traficantes de drogas.
  El general Nasser Yusef anunció además que su fuerza vigilará los exámenes finales en las escuelas para impedir que los alumnos se copien. Desde 1988, los estudiantes reivindicaban su derecho a copiarse porque las escuelas permanecían cerradas la mayor parte del tiempo. El nuevo jefe de policía ha dado por terminada la Intifada no sólo en las calles sino también en las aulas.

Página/12
07-07-1994

 

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