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Diplomacia vaticana

La misión de Samoré

Dos días antes de la Navidad de 1978, el flamante Papa encaró su primera misión diplomática para lograr frenar la guerra por el diferendo del Beagle entre las dictaduras militares de Jorge Rafaél Videla y la chilena de Augusto Pinochet. En realidad, esta mediación entre dos dictaduras era un presente griego de Washington ya que la administración Carter ni quería mediar entre dos dictaduras porque era una apuesta a pura pérdida.

Por Walter Goobar
Dos días antes de la Navidad de 1978, el flamante Papa encaró su primera misión diplomática para lograr frenar la guerra por el diferendo del Beagle entre las dictaduras militares de Jorge Rafaél Videla y la chilena de Augusto Pinochet. En realidad, esta mediación entre dos dictaduras era un presente griego de Washington ya que la administración Carter ni quería mediar entre dos dictadiras porque era una labor a pura pérdida. Pablo VI también se había negado pero la aceptación por parte delnuevo Pontífice implicaba un enorme desafío.
La guerra entusiasmaba mucho más a Buenos Aires que a Santiago, aunque ambos gobiernos de facto estaban empeñados en una alocada carrera armamentista que iba a desencadenar un baño de sangre. Pero la administración Carter decidió evitar la guerra entre los dictadores-
Argentina tenía pensado atacar a Chile el 22 de diciembre. Pero a las doce de ese día en Roma, las 8 en Argentina y las 7 en Chile, Juan Pablo II anunció el envío de un representante personal – el cardenal Antonio Samoré-. para que buscara en su nombre "las posibilidades de una honorable composición pacífica de la controversia".
La dictadura argentina se tomó hasta las seis y media de la tarde para aceptar dar marcha atrás con la guerra. Pero la orden llegó a la frontera a la noche, cuando algunas unidades militares habían invadido ya varios kilómetros de territorio chileno.
El 26 de diciembre Samoré, que estaba a cargo de los Archivos y Biblioteca del Vaticano, llegó a Buenos Aires. En quince días, se entrevistó tres veces con Pinochet, cinco con Videla, usó la persuasión y los gritos, ofició misas, atendió a la prensa y se refugió en el calor intuitivo de la gente que lo vivaba, en Buenos Aires y en Santiago.
-Veo una lucecita al final del túnel...-dijo el cardenal Samoré.I
El 8 de enero de 1979, en el Palacio Taranco de Montevideo, los cancilleres argentino y chileno, Carlos Washington Pastor y Hernán Cubillos, estampaban su firma en el Acta de Montevideo por el que ambos países pedían la gestión del Papa para zanjar sus diferencias en el Canal de Beagle por las islas Picton, Lennox y Nueva. Junto a ellos firmó Antonio Samoré que murió cinco años después, el 4 de febrero de 1983. Cuatro años más tarde, durante su segunda visita a la Argemtina el propio Wojtyla selló el acuerdo definitivo.
--“¿Cree que una vez aceptado el cargo podría quedarme a un lado y ver entrar en guerra a esos dos países católicos?”, explicó Wojtyla a un diplomático vaticano. Sin embargo, el Papa no aplicó la misma lógica respecto a los crímenes cometidos por ambas dictaduras contra sus respectivas poblaciones.
La negiciación exitosa por el Beagle le abrió el camino para un intenso ejercicio de la diplomacia internacional. LO que pocos saben es que gran parte de esas miniones diplomáticas -incluyendo la de Malvinas-. Se fundaron en una alianza oficiosa y secreta entre la Santa Sede y el gobierno del presidente Ronald Reagan : una estrecha alianza con el fin de acelerar el cambio político mñas dramático de nuestra era.”
Esta alianza que abarcaba c Polonia, la URSS y América latina”.fue instrumentada por la con la CIA y está profusamente documentada en el libro "Su Santidad", escrito por Carl Bernstein, uno de los periodistas que revelaron el escándalo Watergate y por el vaticanólogo Marco Politi.
Después la matizó, pero sin negarla, el biógrafo oficial George Weigel. Él insiste en que no hubo conspiración ni promesa de contrapartidas". Sin embargo afirma que “elpresidente sentía una admiración enorme por el Papa”, que éstehabía calificado a Reagan de “buen presidente”, que ambos “se die-ron cuenta de que coincidían en su deseo de cuestionar el sistemade Yalta y que el director de la CIA, William Casey, realizó unasquince visitas privadas al Papa
y el Pontífice recibía diariamente los mismos informes de inteligencia que Ronald Reagan.
Entre Reagan y Juan Pablo II hubo una buenasintonía, sobre todo en su lucha contra el comunismo y el ateísmo, que se concretóen una colaboración dek Papa con la CIApara liberar a Polonia y otros países del Este. Weigel se refiere a lo que cuenta Bernstein: “Mientras tanto, desde los primeros meses de la presidencia de Reagan, William Casey y el Papa se embarca-ron en secreto en lo que el director de la CIA denominó 'diálogo geoestratégico' en curso, centrado en Polonia, la URSS y América latina”. En ese contexto interpreta Bernstein que “por orden del presidente quedaron bloquedas las ayudas norteamericanas,valoradas en millones de dólares, para los programas de planificación familiar en todoel mundo”, “el silencio (del Vaticano) sobre la instalación en Europa occidental por par-te de la OTAN de una nueva generación de misiles de crucero a pesar de la oposiciónde los obispos americanos” y los informes que la CIA pasaba al Papa sobre “sacerdotesy obispos de Nicaragua y El Salvador, que apoyaban la teología de la liberación…”.
No fue necesario que el gobierno de Estados Unidos comunica-se su preocupación sobre el apoyo que los movimientos revolucionarios promarxistas estaban recibiendo de la teología de la libera-ción en América Latina. Sin duda esta preocupación la compartíaWojtyla desde antes de ser Papa. No comprendía ni esa teologíaque había nacido de una experiencia vital de opresión tan distintade lo que él había vivido ni la evolución que la Compañía de Jesús,bajo la guía de Arrupe, y otras muchas congregaciones habían experimentado en su modo de vivir la opción evangélica por lospobres, algo tan distinto de la fidelidad a la tradición con formasmodernas que admiraba en el Opus Dei de su amigo Escrivá deBalaguer.Por eso su primer viaje apostólico fue a Santo Domingo y Mexico con ocasión de la celebración en Puebla de la III AsambleaGeneral del CELAM –Conferencia Episcopal Latino Americana–, posterior a la de Medellín (1969) que había presidido y animado PabloVI. En ese contexto debe entenderse tambiñen su papel durante la Guerra de Malvinas. Washington que había dado la luz verde a Galtieri para ocupar las islas, volvió a utiloñozar al Pontífice como emisario cuando la guerra se salió de su cauce.
Epocos dias antes de la Guerra, el Papa visitó Gran Bretaña en un viaje cargado de significado histórico. Por primera vez desde la Reforma un Papa se encontró con el Arzobispo de Canterbury.
Juan Pablo II promovió un acuerdo pacífico en el conflicto del Atlántico Sur, algo que repitió días después en Argentina. Participó en numerosos servicios ecuménicos con la Iglesia de Inglaterra, algo impensable en épocas anteriores.
Grandes multitudes, católicos y protestantes, prestaron atención a cada uno de sus movimientos y palabras sobre la unión entre Roma y Canterbury, una unión que hoy parece más lejana que nunca por diferencias en cuanto al sacerdocio femenino.
Para contrabalancear aquel viaje, el Pontífice estuvo en Buenos Aires cuatro días antes de aquel 14 de junio de 1982 en que las fuerzas armadas comandadas por el dictador Leopoldo Galtieri se rindieron humillantemente ante los ingleses . El papa viajó con urgencia por pedido de la jerarquía eclesiástica -la que a su vez actuaba a pedido del ejército, para "empatar" o equilibrar el hecho de que apenas días antes hubiera estado en Londres. Esruvo en Argentina, unas pocas horas y cumplido el compromiso, retornó de prisa al Vaticano.
En esa época, el Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, denunció que la jerarquía eclesiástica argentina "bloqueó toda posibilidad de entrevista del papa con los organismos de derechos humanos" y que se le había preparado "un hermoso viaje de turismo y no una visita pastoral". La presidenta de las Madres de Plaza de Mayo, Nora de Cortinas, fue ,ás contundente: "En Roma, años atrás, logramos hablar con Su Santidad antes todavía de la redemocratización argentina y recibimos su solidaridad. Ahora la cúpula del episcopado argentino no permitió que nos acercáramos a él para exponerle nuestras angustias".
A ultimo momento, Juan Pablo II aceptó recibir a los tres únicos obispos progresistas: Jaime de Nevares, Jorge Novak y Miguel Hesayne Ese mismo día, en un discurso ante medio millón de jóvenes reunidos en la Avenida 9 de Julio, de Buenos Aires, el pontífice añadió el siguiente párrafo que no figuraba en el texto previamente distribuido a la prensa:
"Que el hermano no se enfrente más al hermano. Que no vuelva a haber más ni secuestrados ni desparecidos. Que no haya lugar para el odio y la violencia y que la dignidad de la persona sea siempre respetada, para hacer realidad la reconciliación nacional."
La referencia a los desaparecidos arrancó aplausis y ovaciones que obligaron al Pontífice a interrumpir su discurso. No era mucho, pero era mejor que nada.
Revista Veintitrés
11-02-2006

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