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Atentados de Toulouse

Mohamed Merah, un policial francés

Mohamed Merah, el terrorista de Toulouse muerto por la policía tras asesinar a siete personas, podría haber sido un informante en el oscuro submundo de los servicios secretos franceses, o un doble agente que engañó a sus controladores.

Walter Goobar
Mohamed Merah, el terrorista de Toulouse muerto por la policía tras asesinar a siete personas, podría haber sido un informante en el oscuro submundo de los servicios secretos franceses, o un doble agente que engañó a sus controladores. Lo cierto es que con el correr de los días, la teoría del lobo solitario queda cada vez más en entredicho, mientras que las sospechas se vuelcan ahora hacia los supuestos pastores del rebaño; los servicios de inteligencia.
Los investigadores están tratando de reconstruir el brumoso perfil de Mohamed Merah, ese joven solitario, marginado y descarriado que quiso ser soldado, para dilucidar si era un informante de los servicios de inteligencia que perdió la chaveta y se convirtió al fundamentalismo islámico, o si fue un simple peón sacrificado en una operación de manipulación y engaño mucho más sofisticada. Lo concreto es que mientras las cloacas de los servicios de inteligencia aparecen cada vez más comprometidas en el caso, la conexión de Mohamed Merah con Al Qaeda se revela como más abstracta y fantasmal que real.
Las primeras informaciones sobre este hombre, que ha reivindicado las matanzas de Toulouse y Montauban, dibujan una imagen totalmente distinta. Cuentan una historia francesa. Muestran en qué puede convertirse un joven francés de 23 años de edad, criado en un suburbio de Toulouse, de esos que hoy se califican de zonas en crisis, olvidadas por los poderes públicos.
El perfil que surge de este rompecabezas que constituye la personalidad de este asesino múltiple es extremadamente complejo. Se sabe que el muchacho tenía problemas con la Justicia, había intentado ingresar en las fuerzas de seguridad francesas y se había convertido en un informante de los servicios de inteligencia.
La carrera delictiva de Merah, un ladrón de coches que además había perpetrado unos 15 robos de carteras en la vía pública, corrió en paralelo con sus intentos de ingresar al ejército francés en 2008 y a la Legión Extranjera en julio de 2010. El ejército rechazó su solicitud como resultado de su prontuario delictivo. Por otro lado –según el vespertino Le Monde–, el volátil Merah solamente pasó una noche en el Centro de Reclutamiento de la Legión Extranjera antes de abandonarlo por propia decisión.
La posibilidad de que Merah haya sido en realidad un informante o un provocador fue planteada abiertamente por un antiguo director del contraespionaje, Yves Bonnet, en una entrevista publicada por el diario de Toulouse La Dépêche du Midi.
Bonnet, ex jefe de la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST, contraespionaje) en la década de los ’80, expresó sus múltiples dudas sobre la versión oficial del caso. A la pregunta de si Merah era un confidente policial, respondió: “Ese es exactamente el problema. Porque lo que llama la atención es que era conocido por la Dirección Central de Información Interior (Dcri, servicios secretos) no especialmente porque fuera islamista sino porque era un informante del servicio”. “Tener un agente de control no es un dato menor.”
En otro pasaje, Bonnet confiesa que los interrogantes surgen al saber que “el muchacho tenía manifiestamente relaciones con la Dcri”. “No sé hasta dónde iban esas relaciones o esa ‘colaboración’ con el servicio, pero efectivamente uno se puede interrogar sobre ese punto.”
Hasta ahora, los servicios de inteligencia no han conseguido explicar las razones por las que la peligrosidad de Merah pasó desapercibida. Mohamed Merah mantuvo en noviembre del 2011 una entrevista con dos agentes de la Dcri, interesados oficialmente por el viaje que el año anterior había realizado a Afganistán y a Oriente Medio. Merah tenía tanta confianza con sus controlantes de la Dcri que los llamó desde Pakistán en octubre para avisarles de que no estaba en el país y fijar otra cita.
Identificado ya como sospechoso de los atentados de Toulouse y Montauban, rodeado por la policía en su domicilio, Merah sólo aceptó dialogar con su agente de control –una mujer, de origen árabe–, con la que mantenía una “relación de confianza”. “Iba a llamarte para decirte que tenía informaciones que darte, pero en realidad te iba a matar”, le dijo Merah en esa conversación, que revela una cierta familiaridad mezclada con una dosis de perversión.
El actual jefe del contraespionaje, Bernard Squarcini, negó que el terrorista fuera un confidente o agente doble. Sin embargo, ésta es la única explicación posible por la que los servicios franceses no sospechaban de Merah pese a su trayectoria y a que, tras ser detenido en Afganistán, figuraba en la lista del FBI de las personas que no pueden volar a Estados Unidos.
El hecho de que un ex delincuente, carente de recursos, realizara viajes turísticos a Afganistán, Pakistán, Egipto, Turquía, Siria e incluso Israel sin levantar ninguna sospecha no hace sino confirmar la presunción de que esos viajes fueron ordenados por sus jefes en el submundo del espionaje.
El diario italiano Il Foglio informó que el Directorio General de Seguridad de Francia (Dges) ayudó a Merah en su viaje a Israell. Fuentes no identificadas revelaron al periódico hebreo Jerusalem Post que la Dirección General de Seguridad Exterior de Francia (Dges) ayudó a Merah a ingresar a Israel por el puente Allenby en la frontera jordana, en el año 2010. “Él estuvo aquí por tres días en septiembre de 2010”, contó una fuente de seguridad al Jerusalem Post. “Al entrar, fue cuestionado por fuerzas de seguridad antes de permitirle su ingreso. Más aún, las autoridades israelíes dicen que su pasaporte era auténtico”, escribe Yakoov Lappin en el diario israelí.
Por su parte, Il Foglio afirma que la entrada de Merah a Israel fue facilitada por el Dhes, el servicio de inteligencia francés y el servicio de contrainteligencia. Autoridades francesas afirman que Merah fue arrestado en Jerusalén por poseer un cuchillo, pero el servicio de seguridad interior de Israel, el Shin Bet, sostiene que no tiene registros de que esto haya sucedido. Según la versión oficial, Merah estuvo en Israel por tres días y luego viajó a Afganistán y a la zona tribal de Pakistán, donde supuestamente entrenó en un campo terrorista.
El hecho noticioso acaparó la atención de los medios de comunicación y se declaró una tregua electoral por respeto a las víctimas, suspendiendo los diez candidatos a la presidencial de mayo próximo, toda actividad proselitista o propagandística. Es decir casi todos, porque Nicolas Sarkozy, ni lento ni perezoso, asumió el papel de protector-gendarme de la República Francesa amenazada por un hombre, anunciando de paso una nueva cruzada antiterrorista con su corolario de medidas aún más represivas que las existentes y ocupó de esta manera el centro de la atención de los medios de comunicación, por cierto, no como candidato, sino como... presidente de la República.
El caso de Mohamed Merah sembró el miedo, la paranoia, en Francia. El miedo tiene claros efectos políticos, de movilización, a nivel de voto. Igual que la guerra. Reagrupa a la sociedad, la vuelve más conservadora, más hostil hacia el de afuera, menos arriesgada a la hora de proponer avances democráticos. Eso ha ocurrido en Francia estos días, y ha sido fomentado por un Gobierno que no ha seguido criterios racionales para la captura de este tipo de individuos, que graban sus acciones, que les dan un sentido (el que sea) y que poseen enorme ego. Un gobierno, junto a una prensa sensacionalista, que se han volcado a difundir miedo y rumores, elaborando un discurso de unidad frente al peligro, transformándolo en una imagen de preocupación, interés decidido por resolver la situación y adopción de decisiones supuestamente arriesgadas para obtener un rédito en cuanto a imagen.
No es una novedad que las agencias de información se han especializado en la creación secreta y no tan secreta de terroristas que son utilizados para construir un Estado policial en perpetua expansión. Contra todo lo que indican los manuales de procedimiento para casos de este tipo, los franceses esperaron 32 interminables horas para entrar. Tenían miedo de que su presa acorralada se suicidara. Nicolas Sarkozy insistió en atraparlo vivo. Sin embargo, Mohamed Merah está muerto, tiroteado por la policía. Ni siquiera se inmoló. Todo un fiasco.
Miradas al Sue
2012-04-05


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