Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la "guerra contra el terror" fueron el pretexto perfecto fpara reiniciar la guerra por los recursos energéticos en el Golfo Pérsico y en Asia Central. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la "guerra contra el terror" fueron el pretexto perfecto para recuperar terreno perdido
Walter Goobar
Además de título de una película protagonizada por George Clooney, Syriana es el término con el que los gabinetes de Washington designan una hipotética reestructuración del Medio Oriente, que se resume en la descarnada frase del presidente Georges Clemenceau a su homólogo Woodrow Wilson: "A partir de este día cada gota de petróleo vale una gota de sangre". Si en el cine Syriana plantea la idea de que es el petróleo lo que mueve el mundo, en la vida real el presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha conseguido su principal objetivo: dictar la política exterior de España. Aunque los perpetuos intentos de las petroleras estadounidenses, angloholandesas o francesas de influir en la política exterior de gobiernos propios y ajenos son más bien una regla que un excepción, antes de la era Brufau la injerencia de Repsol nunca se había mostrado con tanto descaro. Basta repasar la historia reciente para comprobar que en los cuatro puntos cardinales las petroleras llevan demasiados años de progreso con sangre teñida de Syriana. Demasiados años con una ambición al límite, con el orgullo desmedido y con fantasías imperialistas.
En la década del ’60, Enrico Mattei, el fundador de la moderna industria energética de Italia, acuñó enfurecido el término “las Siete Hermanas” para referirse a las compañías anglosajonas que controlaban el petróleo de Medio Oriente después de la Segunda Guerra Mundial.
Las Siete Hermanas dominaron los mercados del petróleo, provocaron golpes de Estado, con invasiones y pillajes, y patrocinaron guerras entre Bolivia y Paraguay, y entre Ecuador y Perú, y la división del medio Oriente realizada por Lawrence de Arabia.
Con un dominio casi total de la producción, la refinación y la distribución petrolera, la cartelización les permitió aprovechar con ventaja una demanda rápidamente creciente a nivel mundial y, consecuentemente, obtener enormes ganancias. Esas siete compañías tuvieron un control completo del circuito petrolero gracias a su enorme influencia sobre los gobiernos de los países productores. A partir de 1960, la influencia de las Siete Hermanas comenzó a disminuir y en 1962 le cobraron a Enrico Mattei la blasfemia de haberlas bautizado como tales: Mattei murió en un supuesto accidente aéreo, que fue un calco de la dudosa muerte del argentino José Estenssoro, presidente y privatizador de YPF que murió en un accidente aéreo en Ecuador en mayo de 1995.
Las Siete Hermanas eran las siguientes empresas:
1. Standard Oil of New Jersey (ESSO), que al fusionarse con Mobil formó ExxonMobil (EE.UU.).
2. Royal Dutch Shell (Anglo-holandesa).
3. Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), luego conocida como British Petroleum (BP) (Reino Unido).
4. Standard Oil of New York, luego conocida como Mobil. Hoy es parte de ExxonMobil (EE.UU.).
5. Standard Oil of California, luego conocida como Chevron. Se fusionó posteriormente con Texaco para formar ChevronTexaco. Actualmente, su nombre es Chevron Corporation (EE.UU.).
6. Gulf Oil Corporation, que en 1985 fue adquirida casi totalmente por Chevron, mientras que la otra parte de las acciones quedó en poder de BP (EE.UU.).
7. Texaco, que se fusionó con Chevron en 2001. Esta fusión fue conocida durante algún tiempo como ChevronTexaco, pero en 2005 cambió su nombre nuevamente a Chevron. Texaco es ahora una marca de Chevron Corporation (EE.UU.).
Tras las fusiones, las cinco empresas norteamericanas del club de las Siete Hermanas se funden en dos: ExxonMobil (Exxon y Mobil) y Chevron (Chevron, Gulf Oil y Texaco). A su vez, British Petroleum se fusiona con Amoco, después de comprar otras grandes petroleras norteamericanas y Royal Dutch Shell (Anglo-holandesa) permanece como tal.
Por tanto, a partir de 2005 sólo sobrevivían cuatro de las Siete Hermanas: ExxonMobil, Chevron, Shell, y BP. Sin embargo, el capital conjunto de estas cuatro megacorporaciones es inmensamente superior al que poseían las originales Siete Hermanas, aunque el poder de estas cuatro grandes es hoy menor que el que tuvieron las siete originales en el campo de la extracción del crudo, pero no en el dominio del mercado mundial de derivados ni en las rentas y ventas empresarias.
Entre 1911 y 1960, año de la creación de la Opep, el dominio de las Siete Hermanas fue absoluto. Ante semejante poder los países petroleros tomaron decisiones para defender sus recursos. Así nace la Opep para resguardar precios y cuotas de extracción. Así también se crean las Petroleras Públicas Nacionales. A su vez, en 1973 los países importadores y exportadores (como Estados Unidos) crean la Agencia Internacional de Energía (AIE), que consiste en una anti-Opep, reanudan las invasiones a los países con petróleo, y utilizan al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional para controlar los préstamos a los países.
En noviembre de 2007, el Financial Times identificó a las "Nuevas Siete Hermanas , como las compañías petroleras públicas nacionales más influyentes fuera de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde). Ellas son: Saudi Aramco, de Arabia Saudita; Gazprom, de Rusia; CNPC, de China; NIOC, de Irán; Pdvsa, de Venezuela; Petrobras, de Brasil, y Petronas, de Malasia.
Estas empresas, de propiedad abrumadoramente estatal, controlan casi un tercio de la producción mundial de gas y petróleo y más de un tercio de las reservas de ambos hidrocarburos. En contraste, las viejas Siete Hermanas –cuyo número se redujo a sólo cuatro durante la consolidación de la industria energética, en los años 90 producen alrededor de 10 por ciento del petróleo y el gas del mundo y concentran apenas 3 por ciento de las reservas; sin embargo, el hecho de ser compañías integradas –lo que significa que no sólo venden petróleo y gas, sino también nafta, diésel y petroquímicos– les ha permitido obtener utilidades muy superiores a las de sus nuevos competidores.
La Agencia Internacional de Energía (AIE), organismo que supervisa el sector energético en los países desarrollados, calcula que en los próximos 40 años 90 por ciento de los nuevos suministros energéticos provendrán de países en desarrollo. Un estudio del Instituto de Políticas Públicas James A. Baker III, de la Universidad Rice destaca que este es un gran cambio en comparación con las tres décadas anteriores, cuando 40 por ciento de la producción provenía de las naciones industrializadas y la mayor parte estaba controlada por los grandes grupos occidentales. A finales de 2006, BP y Shell dejaron de ocupar los primeros lugares en los mercados bursátiles; en cambio, Gazprom, de Rusia, y PetroChina (88 por ciento propiedad de Cncp), se colocaron respectivamente en segundo y tercer lugar entre las firmas del sector energético que cotizan en bolsa.
ExxonMobil, quizá la única empresa del mundo desarrollado que puede competir con el nuevo grupo, sigue sola en la cúspide, mientras Gazprom, Petrobras y PetroChina también han opacado a las otras en ganancias obtenidas por el precio de sus acciones.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la "guerra contra el terror" fueron el pretexto perfecto fpara reiniciar la guerra por los recursos energéticos en el Golfo Pérsico y en Asia Central. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la "guerra contra el terror" fueron el pretexto perfecto para recuperar terreno perdido en la guerra por los recursos energéticos en el Golfo Pérsico y en Asia Central. Los estadounidenses se dieron cuenta de que estaban perdiendo terreno ante Rusia y China en Asia Central, de modo que se reposicionaron en el Golfo Pérsico, en el norte de África y también en el interior de África. Libia fue, es y será lucrativa para las principales corporaciones energéticas occidentales. En Asia Central su única esperanza es Azerbaiyán, porque allí controlan más o menos el negocio energético. Pero el problema es que no pueden controlar Turkmenistán. Han estado presionando a Turkmenistán para construir Nabucco, un gasoducto que costará una fortuna, aunte nadie sabe de dónde saldrán los 20.000 millones de euros necesarios, especialmente en medio de la crisis europea.
Mientras los europeos ven extinguirse la llama del gas, los rusos construyeron dos gasoductos: North Stream y South Stream.
Miradas al Sur
22-04-2012