Para el jefe de Gobierno porteño el juicio oral está cada vez más cerca. Compartirá tal destino con Ciro James y el Fino Palacios. Entretelones de un papelón de Estado.
Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar
El tal Ciro se apellida James, un nombre emblemático en su gremio. Aunque bien se hubiera podido llamar Maxwell, en homenaje al Superagente 86, ya que su estilo guarda cierta semejanza con el del simpático personaje interpretado por Don Adams.
Al respecto, hay un episodio que lo pinta por entero. En octubre de 2008, acudió a las oficinas de Ciudad Abierta, la señal televisiva del Gobierno porteño. Iba por cuenta de su empleador, el ministro de Educación, Mariano Narodowski. Su propósito: pedir prestada una cámara. Aquel individuo achaparrado y rollizo no pasó allí desapercibido. Sonriente, muy locuaz y con una marcada inclinación hacia la autosuficiencia, se exhibió como un verdadero experto en cámaras de video, sin ocultar su preferencia por la modernísima AZ1.
–¿La necesitás para grabar un evento? –preguntó un productor.
–Algo así. La necesito para grabar el conflicto docente –fue la respuesta.
En ese instante, su sonrisa se hizo amplia. Entonces, habló de su pasado como pluma de la Federal, tal como se le dice al personal civil de inteligencia que actúa en dicha Fuerza. Habló de hazañas en la Triple Frontera. Habló de seguimientos. Habló de más. En resumidas cuentas, aquel sujeto –contrariando la regla más sagrada de su oficio y también la del sentido común– se vanagloriaba en público de ser un espía.
Exactamente al año, su condición de agente secreto fue difundida en todo el país al estallar el affaire de las escuchas telefónicas.
Ahora –luego de que el juez federal Norberto Oyarbide cerrara la etapa de instrucción del expediente–, semejante traspié profesional acaba de guiar nada menos que al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, a los umbrales del juicio oral.
Sus colaboradores más cercanos dicen por lo bajo que él aún no asimiló con plenitud el escenario que, tarde o temprano, le obligará a alternar sus quehaceres de Estado con otra actividad: sentarse –tres veces por semana, durante no menos de dos meses– en el banquillo de los acusados. Lo hará junto a sus compañeros de causa. Ellos son: el ex jefe de la Metropolitana, Jorge Fino Palacios, el ex ministro Narodowski, además de un grupo de policías y funcionarios judiciales de Misiones y, desde luego, el inefable James. Todos están procesados por “asociación ilícita, violación de secretos y violación de la privacidad”, a través de la “interceptación indebida” de comunicaciones. Un combo tasado con penas de hasta 10 años de prisión.
Ojos y oídos del PRO. Al comenzar la primavera de 2009, una extraña atmósfera flotaba bajo el cielo capitalino. Miradas al Sur, en su edición del 4 de octubre de ese año, reveló la existencia de una unidad de inteligencia con base en el hotel Savoy que, en medio del debate parlamentario por la Ley de Servicios Audiovisuales, monitoreaba conversaciones telefónicas de políticos oficialistas y opositores, funcionarios del Poder Ejecutivo y periodistas. A tal estructura no habría sido ajeno el ex jefe de la Side duhaldista, Miguel Ángel Toma, quien en aquellos días reportaba alternativamente al peronismo disidente, al Ministerio de Seguridad porteño y al Grupo Clarín, tal como el otrora Señor Cinco reconoció después, durante una desafortunada desmentida. En aquel mismo artículo, este semanario también mencionó una operación en torno al integrante de la agrupación Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado a la Amia, Sergio Burstein, a quien un juez de Misiones intentaba vincular con un homicidio en dicha provincia. Lo cierto es que Burstein había sido uno de los más encarnizados críticos del nombramiento de Palacios en la cúspide de la Metropolitana, debido a su papel en el encubrimiento del ataque a la mutual judía. James fue detenido el 5 de octubre.
A partir de aquel lunes se sabría que lo del homicidio era en realidad parte de una una ingeniosa estrategia para articular con cobertura cuasijudicial una serie de pinchaduras telefónicas ilegales desde las catacumbas del macrismo. En Misiones –con la complicidad de dos magistrados locales– se inventaban causas para así ordenar escuchas, las cuales luego se retiraban de la Secretaría de Inteligencia (SI), en la Capital. Otras víctimas de la maniobra fueron el empresario televisivo Carlos Ávila, su yerno, Federico Infante, dos altos efecutivos de la cadena Coto, el abogado Francisco Castex, un hermano de Juan Navarro, CEO del Exxel Group, la esposa de un importante anticuario, una mujer vinculada con un empresario de medios y Daniel Leonardo, el cuñado manosanta del propio Mauricio.
Junto a Burstein, el pai Leonardo es el querellante de mayor importancia en la causa, dado que su presencia entre los damnificados apunta directamente al líder del PRO. Al respecto, en su edición del 13 de junio de 2010, Miradas al Sur publicó un mapa de triangulación de las antenas de esa empresa, correspondiente al lugar en el que se activó el equipo de James a las 23.05 del 27 de mayo de 2008. Tal estudio –elaborado por el ingeniero Ariel Garbarz en base a datos aportados por Nextel– ubican al espía en la esquina de la Avenida del Libertador y Tagle, justo donde vivía Macri, inmediatamente después de retirar de la SI las escuchas de Leonardo. La infografía en cuestión fue incorporada por Oyarbide al expediente y constituye una de las pruebas más sólidas contra el jefe de Gobierno.
Teoría de la negación. Por más de un año, sobre el macrigate corrió un caudaloso río de tinta. Lo cierto es que, desde la captura de James hasta el procesamiento de Mauricio, esta trama no tuvo desperdicios. Una trama que induce a suponer que si John Le Carre viviera en la Argentina se hubiese dedicado al género del sainete. Sin embargo, el caso fue relegado al silencio por otras calamidades de la actualidad. “A la gente le importa un carajo el tema de las escuchas”, dijo, en su momento, el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, al minimizar los posibles efectos del asunto en las elecciones de 2011.
No menos cierto es que dicho vaticinio se convirtió en doctrina: “Si gané la reelección con el 64% de los votos, quiere decir que la gente no les creyó”, diría Macri el miércoles, al reunirse con sus ministros en Villa Crespo, luego de que Oyarbide notificara a las partes que había completado su investigación. Sin embargo, el hecho de que el alcalde capitalino opusiera su caudal de votos a su inminente juzgamiento preocupa hasta a su propia tropa. Se sabe que, en aquel cónclave, el ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro, intentó soslayar la gravedad del asunto con un argumento de tipo temporal: “El juicio oral aún no tiene fecha; puede pasar muchos meses hasta su comienzo”. Su elocuencia serenó a Macri.
En tanto, el PRO ya inició su lucha para contrarrestar los inconvenientes de la marcha de Mauricio hacia su calvario judicial. El plan consiste en “un abrazo a Tribunales para reclamar una Justicia independiente”. Un ejemplo de que no se debe perder el humor ni en los peores momentos.
Diario Miradas al Sur
20-05-2012