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Elecciones en EEUU

Un presidente contra las cuerdas

El enfrentamiento de 90 minutos que el miércoles por la noche tuvo como protagonistas al presidente Barack Obama y a su desafiante para ocupar el sillón de la Casa Blanca, el republicano Mitt Romney, fue una radiografía no sólo de ideologías opuestas de los dos candidatos, ya sea su visión del lugar del gobierno en la sociedad, sus planes impositivos, la reforma de salud o cómo abordar el déficit, sino dos estilos opuestos de debatir.

Walter Goobar
El enfrentamiento de 90 minutos que el miércoles por la noche tuvo como protagonistas al presidente Barack Obama y a su desafiante para ocupar el sillón de la Casa Blanca, el republicano Mitt Romney, fue una radiografía no sólo de ideologías opuestas de los dos candidatos, ya sea su visión del lugar del gobierno en la sociedad, sus planes impositivos, la reforma de salud o cómo abordar el déficit, sino dos estilos opuestos de debatir. Mientras Romney se mostró combativo y afilado, el presidente parecía apagado, dando respuestas largas con detalles y estadísticas pero falto de pasión. Obama estuvo tan irreconocible que algunos han atribuido su comportamiento a la altura de la ciudad de Denver. Otros lo han comparado al Mike Tyson desentrenado y apático, borracho de éxito, que fue derrotado en 1990 por Buster Douglas.
Las primeras encuestas de la CNN dijeron que el 67% de los televidentes en sus casas vieron a Romney como el ganador y muchos comentaristas, incluyendo aquellos que normalmente son favoravles a los demócratas, no dudaron en estar de acuerdo. Si el efecto posdebate y los comentarios importan tanto como el encuentro mismo, al presidente le fue pésimo.
Los problemas estructurales de la candidatura del Romney –su desencuentro con los hispanos, las mujeres y los jóvenes, su falta de carisma, su soberbia de multimillonario y el extremismo del partido al que representa– no han desaparecido con este debate. Pero, Romney supo aprovechar esta ocasión tanto como perdió la de la convención republicana. Angustiado por su declive en los sondeos y presionado por su partido para jugarse el todo por el todo, Romney entró al set de televisión como si se hubiera estado preparando para este debate durante toda su vida. Rápido, contundente, atento a cada descuido de su rival, el millonario mantuvo la iniciativa durante los 90 minutos y mostró un hambre de victoria que no se le había descubierto en toda la campaña.
En cambio, a Obama, se lo veía aburrido, con la mirada perdida en sus papeles, cumpliendo con un trámite burocrático, sin respeto a su rival ni interés por entrar en ninguna polémica. Quizá fue decisión de sus asesores que no mencionara el video en el que Romney califica al 47% de los votantes demócratas de parásitos del Estado, ni tampoco la miserable contribución impositiva de Romney o sus cuentas en paraísos fiscales. En una campaña donde todo se estudia y se calcula al milímetro, esto fue un grave error.
Obama parecía un boxeador desentrenado por exceso de confianza en la ventaja que hasta la noche del miércoles le otorgaban las encuestas. Romney no tuvo que hacer gran cosa para ponerlo contra las cuerdas.
El candidato republicano acusó al presidente de manipular la realidad para presentar una supuesta recuperación económica que no existe y le recordó que ya lleva cuatro años en la Casa Blanca sin haber logrado los cambios que ahora promete para un segundo mandato.
En Le Monde diplomatique, el agudo Ignacio Ramonet ofrece algunas claves para entender por qué Obama actúa ahora como un Tyson en el peor momento de su carrera.
Ramonet se pregunta cómo un hombre que atrajo a dos millones de personas el día de su toma de posesión en Washington en enero de 2009, y que tiene más de trece millones de seguidores en Twitter, ha podido perder tan brutalmente su magia.
Ramonet apunta que a pesar de ser intelectualmente brillante, el primer presidente negro de Estados Unidos no ha conseguido transformar su país. “El dinero sigue dominando la vida política, las instituciones siguen paralizadas por los bizantinismos del Congreso, la economía sigue renqueando, y la hegemonía planetaria de Washington está más cuestionada que nunca”, resume el columnista de Le Monde diplomatique.
Las causas hay que buscarlas en la gestión: tras su abrumador triunfo electoral, Obama dio la impresión de no darse cuenta que el navío se hundía. Siguió con su papel de Gran Embaucador de la campaña electoral. No vio venir el naufragio. Y falló durante la primera parte de su mandato.
Ramonet sostiene que Obama tendría que haberse apoyado en su gran popularidad para atacar –inmediatamente– los excesos irracionales de las finanzas y de la banca. Restableciendo la prioridad de la política sobre la economía. No lo hizo. Y su presidencia arrancó sobre una base errada.
Obama debió también utilizar el apoyo de la nación para golpear de inmediato al Partido Republicano y ampliar el frente de las reformas. Debió dirigirse directamente al pueblo para presionar al Congreso. Y obligarlo a votar las leyes sociales y fiscales que hubiesen permitido reconstruir el Estado de bienestar y restablecer la felicidad social. Tampoco lo hizo. Escogió la prudencia. Y fue otro error.
Pero además, Obama había prometido cambiar el modo de funcionamiento de la vida política estadounidense, en particular, en el Congreso. Igual que hizo Franklin D. Roosevelt en los años 1930, Obama debió movilizar al pueblo y utilizarlo como un arma en su combate legislativo. Tampoco lo hizo. Y acabó por parecerse a las momias políticas de Washington que tanto había criticado. Por el contrario, fueron los republicanos quienes se dirigieron directamente al pueblo. Los republicanos tienen la cadena Fox y un poderoso movimiento popular surgido de la calle: el Tea Party.
En pleno periodo de crisis económica y social, la derecha estadounidense tuvo el monopolio de las manifestaciones en la calle, de las luchas contra el gobierno y hasta de la batalla de las ideas. Una fórmula rentable que ahora la derecha argentina pretende repetir en estas latitudes.
Lo cierto es que en el primer debate el candidato republicano logró replantear los términos de la campaña. Con muy poco, sin propuestas claras para resolver los problemas económicos ni golpes de efecto memorables, el retador Mitt Romney consiguió colocar al inquilino de la Casa Blanca en una incómoda defensiva.
Diario Miradas al Sur
7-OCT-2012

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